Horacio De la Cruz S.

| @hcsblog

Estoy seguro que cuando Manlio Fabio Beltrones escucha:

“(...)
La abracé llorando,
la besé en silencio,
y poco a poquito
se me fue muriendo...
Mi jacal está maldito...
si lo quieres madre, ahí te lo dejo,
si te cuadra, quémalo,
si lo quieres, véndelo;
yo me vuelvo a las filas, mi mamá,
a pelear por la patria me vuelvo;
si me quebra una bala, ¿qué hace?,
al cabo en el mundo
para los que sufrimos la muerte en el alma,
vivir o morir es lo mismo.
Mi cantón, magrecita del alma,
sin ella ¿ya para qué lo quiero?”

…recuerda a uno de los mejores amigos que le dio la vida, que no son muchos, y que los cuenta apenas con los dedos de una mano.

Uno de ellos, tal vez el que más ha querido, el más importante como amistad, fue Luis Donaldo Colosio: “Pelo Chino”, como realmente le decían sus verdaderos amigos íntimos.

El fragmento del poema anterior pertenece a “La Chacha Micaila”, y Luis Donaldo lo expresaba con un sentimiento inigualable, una dicción y un fraseo perfecto, que hacía que a sus amigos les brotaran lágrimas y a él también.

Hoy Donaldo, como otro de sus amigos de verdad, ya no está. En el caso de Donaldo, un magnicidio lo separó de la vida de la que estaba, sin duda, enamorado.

“Quién sabe cuántos años han pasado, la vida nos dejó las almas rotas…” cantaba José Alfredo Jiménez, y ahora leo al próximo senador de la República escribir: “Con mi amigo Luis Donaldo Colosio, en mi primera campaña al senado por Sonora. Va de nuevo, leal, con las mismas convicciones”.

Y me da un gusto enorme que personas que aman a México como él, que ha sobrevivido a todas esas intrigas infames sobre su persona, estén haciendo política de manera abierta y generosa; como debe ser.

Cuando la historia real y verdadera se imponga, se dirá de Manlio que fue, sobre todo, un hombre leal. Leal con su país, leal con las instituciones a las que ha servido y leal con sus amigos.

Ya mucha gente le recibe nuevamente con los brazos abiertos. Y qué bueno, porque a México le hace falta un tiempo nuevo: el tiempo de la política para unir eso que está desperdigado, dividido y tal vez roto.

Pero nunca es tarde. ¡A grandes males, grandes remedios!

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