Horacio De la Cruz S.

| @hcsblog

El presidente López Obrador ha presentado su visión para el futuro de México en una retahíla de “Reformas” que, más que resolver los problemas que agobian al país, parecen diseñadas para mantener una gran cortina de humo sobre su gestión que, hasta ahora, ha dejado mucho que desear en términos de resultados tangibles.

En su discurso de “reformas” de fin de sexenio, el mandatario no hizo un recuento de los males que aquejan a México: inseguridad, corrupción, rezago en el campo, problemas fronterizos, narcotráfico, vulneración del sistema electoral, amenaza a la democracia y al equilibrio de poderes, un sistema de partidos que requiere ajustes y diversos problemas sociales como discriminación y migración.

Lo que sí hizo, fiel a su estilo, fue lanzarse contra el “neoliberalismo” y una serie de adjetivos con los que ve al pasado al que le sigue echando la culpa por los problemas que no ha sabido resolver.

Cuando habló de sus propuestas de “reformas”, sonó más como un intento de impulsar a la candidata presidencial de Morena, Claudia Sheinbaum, que como una solución real a los problemas de México.

Las "20 reformas" presentadas por López Obrador tienen un denominador común: más Estado, más gasto, menos participación ciudadana, menor transparencia en el uso de los recursos públicos y un aumento del poder presidencial sin rendición de cuentas.

Elevar "derechos" (que por cierto ya existen) a rango constitucional mediante la extensión de programas sociales parece más una estrategia clientelar que una verdadera solución a los problemas de México.

¿Resolverán la inseguridad, la corrupción o el rezago en sectores como el campo mexicano? No lo creo.

El presidente dice que busca ampliar y mejorar programas para el retiro a los 65 años, la Pensión para Adultos Mayores, Pensión por Discapacidad Universal, "Derecho al trabajo" con Jóvenes Construyendo el Futuro, y otros, pero: ¿Son estas medidas suficientes para transformar la realidad del país? ¿O simplemente buscan urgentemente consolidar y ampliar una base electoral leal a Morena? ¿El Estado mexicano tiene los recursos para hacerlo o va a seguir incrementando la deuda pública?

Además, su propuesta de reforma al Poder Judicial, que plantea elecciones populares para jueces, ministros y magistrados, y la desaparición de organismos autónomos, todo bajo el argumento de la austeridad, ¿ayuda o complica el futuro de México?

La realidad es que, por un lado, el presidente habla de austeridad; por otro, realiza enormes negocios al amparo del presupuesto público y no quiere rendir cuentas por ello.

Veamos un último ejemplo que nos regaló el fin de semana pasado: ¿Es realmente austeridad recomprar concesiones de carreteras inacabadas al empresario Carlos Slim y todavía darle la obra pública para que termine los trabajos que no pudo concluir? Slim recuperó de un plumazo una inversión que no concluyó con todo y utilidades y, además, se benefició con una reinversión en obra pública que debió tener terminada hace tiempo. Todo esto, gracias al “favor” presidencial.

Pregunta: ¿Es austeridad fomentar que los ultra ricos mexicanos se enriquezcan aún más a costa del erario público dándoles más privilegios, solo porque es el presidente? ¿A cambio de qué? ¿Ser presidente da derecho a no rendir cuentas?

Y esto es solo un ejemplo de una lista enorme (…).

Así que el modelo de país que propone López Obrador con sus “reformas” a la Constitución parece ser uno en el que el pueblo recibe migajas formándose por horas para recibirlas de vez en cuando, mientras hace a los ultra ricos más ricos con el presupuesto público y el endeudamiento del país. Desde luego, sin rendir cuentas porque sería un escándalo aún mayor, que lo desnudaría completamente en su real humanidad.

En general, las “reformas” que anunció son un teatro que recuerda a las monarquías del siglo XIX o las dictaduras del siglo XX, donde el poder se ejerce sin restricciones, sin responsabilidades y sin consecuencias, mientras se habla en apariencia a favor del pueblo.

En lugar de abordar los problemas de fondo, las “reformas” propuestas por el presidente parecen una estrategia para consolidar su proyecto político y mantener la atención pública lejos de los excesos y los resultados insatisfactorios de su gestión.

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