
“En política, la ausencia de alternativas despeja la mente maravillosamente."Henry Kissinger – internacionalista y diplomático
Marcelo Ebrard, secretario de Economía, salió de Palacio Nacional con aire de victoria. "Pleno apoyo a la Presidenta Claudia Sheinbaum frente al amago del Gobierno de los Estados Unidos. Orgulloso de su templanza y firmeza, nos llevará a buen puerto. Plan B en curso. A cerrar filas. ¡Venceremos!", exclamó en su cuenta de X.
¿Venceremos? El optimismo desbordado de Ebrard contrasta con la realidad: Estados Unidos formalizará este lunes los aranceles del 25% a las exportaciones mexicanas, bajo el argumento de que el gobierno de México no ha hecho lo suficiente contra el narcotráfico y la migración ilegal. Mientras el gabinete y el partido oficial celebran con arengas patrióticas, la economía mexicana enfrenta la amenaza de un golpe directo que impactará a trabajadores, empresarios y consumidores.
La presidenta Sheinbaum ha respondido con un discurso de "soberanía irrenunciable": "La soberanía no se negocia. Si en algún lugar existe tal alianza es en las armerías de Estados Unidos que venden armas de alto poder a estos grupos criminales". Sin embargo, la soberanía no se defiende con palabras sino con acciones. Y aquí radica la gran contradicción del "Plan B" que promueve su gobierno: mientras en los micrófonos se habla de firmeza, en los hechos no hay una sola estrategia clara para frenar el trasiego de drogas, armas o personas.
Estados Unidos ha señalado que el 90% del fentanilo incautado en su territorio proviene de México. No entienden que Washington no negocia con base en discursos inflamados ni recriminaciones, sino resultados concretos. Sheinbaum desde Palacio Nacional desafía con frases altisonantes, pero su administración no ha planteado una estrategia seria que atienda las preocupaciones estadounidenses y, más importante aún, los problemas internos de seguridad en México.
Históricamente, la relación entre México y Estados Unidos ha sido de interdependencia, no de antagonismo. Desde la firma del Tratado de Guadalupe Hidalgo hasta el T-MEC, los acuerdos han marcado el destino común de ambos países. Fingir que un golpe en la mesa o una diatriba nacionalista cambiarán esta dinámica es una ingenuidad peligrosa. México exporta más del 80% de sus bienes a Estados Unidos y cualquier tensión comercial tendrá repercusiones inmediatas en el empleo y la estabilidad económica.
El "Plan B", hasta ahora, es solo una consigna política sin sustento real. Si el gobierno mexicano realmente quiere demostrar firmeza, debe actuar con inteligencia y estrategia, no con discursos vacíos. Las negociaciones con Washington requerirán pragmatismo, no bravatas. Y si la soberanía realmente "no se negocia", entonces que se ejerza con hechos y no solo con declaraciones para la tribuna morenista.
El gabinete de Sheinbaum puede seguir celebrando, pero la realidad se impondrá pronto. Con o sin aranceles, Estados Unidos no va a dar marcha atrás en su presión y México no tiene margen de maniobra para un enfrentamiento económico. ¿Venceremos? Este lunes conoceremos si el gobierno de Sheinbaum tiene un plan real o solo están administrando la crisis con retórica.
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