“Nos estamos extinguiendo”. Esa es la frase que repiten con alarmante frecuencia los nuevos predicadores del natalismo occidental: políticos conservadores, magnates tecnológicos, líderes de opinión y predicadores identitarios. Pero la evidencia revela una paradoja inquietante: no temen el fin de la especie humana, sino el declive de su propio grupo racial.
Región Global / Mexconomy - Esta es la raíz del nuevo discurso natalista: una eugenesia disfrazada, bajo la forma de una campaña por la “supervivencia civilizatoria”. Elon Musk, por ejemplo, ha dicho en reiteradas ocasiones que la baja natalidad es “el mayor peligro para la civilización”. Y no es el único. El presidente Donald Trump volvió a poner el tema en la agenda pública durante su regreso al poder en 2025, vinculado estrechamente con grupos y teorías de corte supremacista, como la de la Gran Sustitución, promovida por el ideólogo francés Renaud Camus.
¿Qué dicen los datos?
Los estudios demográficos más recientes confirman un fenómeno global: el descenso de la tasa de fertilidad en la mayoría de los países desarrollados. Según el informe 2024 del Institute for Health Metrics and Evaluation (IHME) de la Universidad de Washington, más de tres cuartas partes de los países del mundo tendrán para 2050 tasas de fertilidad por debajo del nivel de reemplazo (2.1 hijos por mujer).
Pero esa cifra no se distribuye uniformemente. En Europa, la fertilidad promedio ya ronda el 1.5 hijos por mujer (1.3 en Italia y España, 1.2 en Corea del Sur). En contraste, África subsahariana sigue teniendo tasas muy altas: Níger (6.7), República Democrática del Congo (6.0), Chad (5.7), según datos del World Population Prospects 2024 de Naciones Unidas.
Considerando lo anterior, lo que el nuevo discurso natalista teme no es la extinción de la humanidad, sino que el reemplazo demográfico provenga de grupos no blancos. Esto es explícito en teorías como la “Gran Sustitución”, que acusan a las élites globalistas —frecuentemente blancas pero consideradas traidoras a su raza— de favorecer la migración masiva de pueblos africanos, árabes y latinoamericanos para suplantar a las poblaciones blancas originarias de Europa y Norteamérica. La idea combina miedo racial, antisemitismo encubierto y hostilidad al multiculturalismo.
Esta idea ha sido el trasfondo de varios ataques terroristas en la última década, como los de Christchurch (Nueva Zelanda) en 2019 o Buffalo (EE.UU.) en 2022. En ambos casos, los perpetradores dejaron manifiestos que citan textualmente dicha teoría.
Neoeugenismo
Lo inquietante no es sólo la obsesión por la natalidad. Es que se conecta con una lógica eugenésica clásica: quiénes deben reproducirse y quiénes no. El vínculo con el transhumanismo tecnocrático es cada vez más evidente. Algunos oligarcas del Silicon Valley, como Peter Thiel, promueven tecnologías de selección genética embrionaria, fertilidad artificial masiva y comunidades cerradas de alta natalidad que podrían “preservar la civilización occidental”.
En ese sentido, el pronatalismo no se limita a un deseo poblacional. Es un proyecto de reproducción selectiva que busca restaurar un orden social y étnico perdido.
Así, el natalismo identitario blanco se disfraza de preocupación humanitaria, pero reproduce un racismo demográfico: no les preocupa cuántos humanos habrá, sino cuántos de los suyos. Por eso, las estadísticas de fertilidad en África o los flujos migratorios hacia Europa son presentados como amenazas existenciales.
Lo que está en juego no es la supervivencia biológica de la humanidad, sino el control simbólico, político y racial del mundo rico.
El temor es que los márgenes del mundo –los países del Sur Global, las diásporas afrodescendientes, los pueblos desplazados por guerras o clima– se vuelvan mayoría. El miedo no es la extinción. Es la pérdida del dominio.
En el próximo artículo
En la segunda entrega de esta serie, abordaremos las consecuencias económicas del declive poblacional en el Norte Global, desmontando el mito de que “menos hijos significan menos crecimiento” y examinando el rol de la productividad, la automatización y la migración como claves del desarrollo real.
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