El 1 de junio de 2025 quedará registrado en la historia de México como el día que marcó la ruptura definitiva con el modelo democrático que, con todas sus imperfecciones, había definido al país desde la transición política de finales del siglo XX.
Bajo un ambiente de violencia, crisis económica y polarización social, México celebra unas elecciones que, más que un ejercicio democrático, funcionan como un referéndum para consolidar un proyecto de concentración de poder.
El argumento de “acercar la justicia al pueblo” no es más que una estrategia eficaz para capturar al único contrapeso que, hasta hoy, resistía los embates del presidencialismo. Esta elección del Poder Judicial deja atrás a las instituciones constitucionales democráticas y la lucha por la independencia y el profesionalismo en la impartición de justicia. Representa un golpe histórico al Estado de Derecho. Se abre la puerta para que jueces y magistrados respondan al poder político y no a la Constitución.
No se trata de una simple coyuntura. Se trata de un cambio de régimen. De facto, México ha dejado de ser una democracia funcional y se encamina a un modelo autoritario, donde el Ejecutivo controla o amenaza con controlar todos los contrapesos.
En adelante, la violencia que impera en el país —enlutando comunidades, desplazando familias y sembrando el miedo— se convierte en el terreno fértil para legitimar medidas autoritarias bajo el discurso de la seguridad nacional y el orden público.
Este 1 de junio será recordado como el punto de quiebre, el día en que las libertades civiles, los contrapesos y la pluralidad democrática comenzaron a desmoronarse ante el avance del autoritarismo y la resignación colectiva.
La historia no se escribe en un solo día, pero se define en las decisiones que se toman en momentos críticos. Este 1 de junio no representa únicamente la elección de un nuevo régimen judicial; representa la consolidación de un proyecto político que ha aprendido a usar la democracia para vaciarla de contenido. En adelante, la alternancia será un ritual sin sustancia y las instituciones, meras herramientas al servicio del poder.
Frente a esta ruptura histórica, la sociedad mexicana queda a la deriva. Los espacios de libertad, de justicia y de dignidad que aún resisten están siendo erosionados.
Hoy, México cambia de régimen. Y la historia recordará que fue un primero de junio de 2025 cuando el país renunció, de facto, a su régimen de gobierno republicano, representativo, democrático, laico y federal, basado en la división de poderes y la autonomía de las entidades federativas.
Por años —tal vez generaciones— nos preguntaremos cómo fue posible permitir que un grupo desmantelara el orden constitucional y convirtiera la democracia de un derecho irrenunciable en una concesión otorgada por el poder.
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