El despliegue de la Guardia Nacional por orden de Donald Trump en el corazón de Los Ángeles ha detonado una crisis política y social que ha escalado con protestas violentas. La medida —sin la solicitud del gobernador— ha sido calificada por el mandatario estatal, Gavin Newsom, como una "grave violación de la soberanía estatal".
Los Ángeles, California. – El conflicto ha escalado este domingo por la tarde, cuando miembros de la Guardia Nacional —acompañados de oficiales del Departamento de Seguridad Nacional, ICE y la policía local— lanzaron gases lacrimógenos y municiones antidisturbios contra manifestantes que protestaban frente a un centro de detención migratoria en el centro de la ciudad. Aunque la manifestación había sido en gran medida pacífica, la tensión escaló de forma abrupta y aún no está claro qué provocó el uso de la fuerza.
El presidente Trump anunció el sábado el envío de al menos 2,000 soldados de la Guardia Nacional tras dos días de protestas contra las redadas migratorias. Según Trump, cualquier acto que interfiriera con los operativos de deportación sería considerado una "forma de rebelión". En redes sociales y en un tono incendiario, calificó a Los Ángeles como una ciudad "invadida y ocupada", describiendo a los manifestantes como "turbas violentas e insurrectas".
Autoridades locales —incluyendo a la alcaldesa de Los Ángeles, Karen Bass— han condenado la intervención federal como una "caótica escalada". La alcaldesa recordó que la única otra vez que había visto tropas en las calles de la ciudad fuera de desastres naturales fue durante los disturbios de 1992, pero entonces fueron solicitadas por el gobernador. Bass advirtió que aunque la manifestación era legítima, la violencia no sería tolerada: "No quiero que la gente caiga en el caos que creo está siendo provocado por la administración".
En la protesta, algunos manifestantes bloquearon la autopista 101 y advirtieron sobre el riesgo de caer en la provocación. Julie Solis, una ciudadana de primera generación, advirtió: "Ellos quieren vernos fallar. No podemos darles esa satisfacción".
La disputa federal-estatal subió de tono cuando Newsom solicitó oficialmente la retirada de las tropas federales, calificando el despliegue como un intento deliberado de escalar la situación. El precedente histórico citado por expertos es revelador: la última vez que un presidente federalizó la Guardia Nacional sin la solicitud del gobernador para controlar protestas fue en 1965, cuando Lyndon B. Johnson envió tropas a Alabama para proteger a manifestantes por los derechos civiles.
Durante el fin de semana, en varios puntos de la ciudad, manifestantes ondearon banderas mexicanas y latinoamericanas como símbolo de solidaridad con la comunidad migrante. Para muchos ciudadanos estadounidenses de origen latino, estas banderas no representan una amenaza, sino un orgullo de sus raíces. Sin embargo, en un giro retórico, funcionarios federales como Stephen Miller —subjefe de gabinete de Trump— calificaron las protestas como "una insurrección" y describieron Los Ángeles como "territorio ocupado".
La controversia también se trasladó a Pasadena, donde una protesta frente al AC Hotel Pasadena surgió tras el rumor —desmentido por las autoridades— de que agentes federales realizarían redadas. El alcalde Victor Gordo, inmigrante mexicano de primera generación, relató que esta situación le recordaba el miedo y la incertidumbre que vivió de niño con padres indocumentados.
La situación refleja una batalla más amplia entre la Casa Blanca y el estado de California. Durante la primera mitad del año, Newsom había intentado mantener una relación de relativa cordialidad con la administración federal, pero el despliegue unilateral de la Guardia Nacional rompió el delicado equilibrio. Con la ciudad convertida en escenario de disturbios, Trump ha encontrado la confrontación política que buscaba: un pulso directo con un gobernador demócrata en un estado de mayoría latina que se opone a su agenda migratoria.
Mientras tanto, en la autopista 101 y otros puntos de Los Ángeles, las protestas continúan con banderas ondeando y voces que piden respeto a los derechos humanos y a la soberanía estatal. La historia de Estados Unidos parece repetirse: la tensión entre el poder federal y las libertades civiles, el miedo a la represión migratoria y la pugna (¿purga?) por el alma de la nación norteamericana.
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