“¡Rendición incondicional!” escribió el presidente Donald J. Trump este martes en su red social Truth Social, marcando un punto de inflexión retórico y estratégico en el conflicto entre Israel e Irán. A través de mensajes escuetos pero cargados de simbolismo y agresividad, el mandatario estadounidense pasó de una postura de contención a una virtual declaración de guerra.
Washington D. C. .- En otro mensaje, Trump afirmó: “Sabemos exactamente dónde se esconde el así llamado ‘Líder Supremo’. Es un objetivo fácil... pero no lo eliminaremos (¡matar!)... al menos por ahora.” La amenaza directa contra el ayatolá Alí Jamenei no solo deslegitima su autoridad como figura política y religiosa en Irán, sino que alude abiertamente a una posible operación de asesinato selectivo, como las utilizadas en campañas de decapitación estratégica.
Más allá de la retórica, el presidente estadounidense dejó entrever una implicación operativa directa en el esfuerzo militar israelí, al afirmar que “ahora tenemos control total y completo de los cielos de Irán”. Esta frase sugiere que Estados Unidos estaría facilitando inteligencia en tiempo real, apoyo satelital o incluso vuelos conjuntos en el espacio aéreo iraní.
La afirmación fue interpretada por analistas militares como un posible reconocimiento tácito de participación en los bombardeos recientes contra Fordo y Natanz, instalaciones nucleares iraníes. De confirmarse, constituiría una escalada formal en el conflicto regional.
Detrás de los mensajes públicos hay una presión directa de Benjamín Netanyahu. El primer ministro israelí ha exigido que Washington emplee sus bombas antibúnker GBU-57 para destruir la planta subterránea de Fordo, algo que Israel no puede hacer con su arsenal actual ni con su flota de combate.
Netanyahu busca, de facto, que Estados Unidos actúe como brazo armado del esfuerzo nuclear preventivo israelí. Para lograrlo, ha escalado su influencia sobre la narrativa pública y diplomática del presidente estadounidense.
Desde el Air Force One, Trump declaró que busca algo “mejor que un alto al fuego”, agregando: “No estoy mucho en el ánimo de negociar”. Estas palabras contradicen sus anteriores esfuerzos por evitar guerras largas, y muestran que su gobierno ha virado hacia una lógica de victoria total, sin espacio para la diplomacia.
Mientras tanto, Israel confirmó la muerte del general iraní Ali Shadmani en un ataque aéreo. La cadena de mando militar iraní ha sido golpeada repetidamente en los últimos días, reflejando una estrategia de desgaste. Paralelamente, la ONU reportó “impactos directos” sobre las instalaciones nucleares de Natanz, en base a nuevas imágenes satelitales.
Todo apunta a una campaña sistemática para inutilizar el programa nuclear iraní mediante ataques encadenados, una estrategia similar a la usada por Israel contra instalaciones nucleares en Siria (2007) e Irak (1981).
El otro frente decisivo es político. Siria, otrora aliada clave de Irán, guarda ahora silencio absoluto. Tras la caída del régimen de Assad en diciembre, Damasco ha abandonado su papel como satélite iraní en la región.
En Líbano, el gobierno ha emitido fuertes advertencias a Hezbollah para que no participe en el conflicto. Altos funcionarios aseguran que la milicia, debilitada tras su guerra de 14 meses con Israel, no tiene intención de responder militarmente por ahora. Hezbollah no ha emitido ninguna amenaza concreta, lo que refleja una posición de contención forzada.
La fragilidad interna del Líbano y la presión de potencias occidentales han convertido al Estado libanés en un muro de contención de la guerra regional. El ejército ha reforzado el sur del país para evitar que grupos palestinos como Hamás lancen cohetes desde su territorio.
Con estos movimientos, Trump ha cruzado un umbral peligroso. Ha pasado de ser actor externo a co-bélico junto a Israel, ha amenazado directamente al líder supremo iraní, y ha condicionado la paz a una rendición sin condiciones. En paralelo, Irán se ve militarmente diezmado, diplomáticamente aislado y regionalmente acorralado.
La pregunta ya no es si habrá una guerra entre Estados Unidos e Irán, sino cuándo y cómo se formalizará. El reloj geopolítico del Golfo Pérsico avanza hacia una nueva era de confrontación directa, con un equilibrio inestable, altamente explosivo y sin mediadores en la mesa.
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