En Culiacán, casi 60 mil personas salieron a las calles para exigir seguridad y poner fin a un año de violencia que ha dejado miles de desaparecidos, empleos perdidos y una sociedad atrapada entre el silencio oficial y el control del crimen organizado.

Culiacán, Sin. — El grito se escuchó desde las escalinatas de La Lomita hasta la Catedral: “¡Queremos vivir en paz!”. No eran consignas vacías. Eran familias que cargaban fotografías de hijos, padres y hermanos desaparecidos; trabajadores golpeados por el desempleo; madres buscadoras que ya no encuentran respaldo en las instituciones. Culiacán marchó porque el miedo se volvió cotidiano y la ausencia de respuestas oficiales, insoportable.

El contingente, encabezado por un hombre con megáfono y acompañado por una banda de guerra, avanzó con miles de voces sumándose a cada calle. Drones de prensa internacional estimaron más de 58 mil asistentes, una cifra que supera con creces la última movilización de enero, cuando apenas se congregaron 20 mil. Ni las campañas en redes sociales —con pagos cercanos a 200 mil pesos en publicidad para desincentivar la participación— lograron frenar la protesta. Culiacán respondió y lo hizo con una fuerza inédita.

Las pancartas de las familias de desaparecidos fueron el rostro más visible. Alma Rosa Aguirre, de Voces Unidas, recordó que son más de 2 mil 800 personas desaparecidas y no 1 mil 400 como insiste la autoridad local. Al reclamo se sumó el hijo de Rubén Aceves, asesinado la semana pasada en un ataque armado frente al Hospital Civil. Su padre no militaba en partidos ni encabezaba colectivos: repartía despensas en las vías del tren y fue abatido por la violencia que consume la ciudad.

El contexto económico tampoco quedó fuera. En el último año, más de 40 mil empleos dejaron de registrarse en el IMSS en Sinaloa, la mayoría en Culiacán. La inseguridad ha vaciado talleres, comercios y calles, obligando a muchos a huir o a resignarse al dominio del crimen organizado.

En la explanada de la Catedral, mientras un conjunto de música clásica intentaba poner armonía, del otro lado un templete daba voz a buscadoras y ciudadanos. “Esta ciudad fue dejada al crimen organizado”, reclamó Carmen, madre de un desaparecido. La multitud respondió con aplausos, consciente de que en cada familia se acumulan pérdidas y duelos.

Desde el 9 de septiembre de 2023, cuando comenzaron los choques entre los Chapitos y los Mayos, la violencia no ha parado. Solo el sábado pasado, se sumaron seis homicidios dolosos más en Sinaloa, cinco en Culiacán. El calendario avanza, pero el conteo de muertos y desaparecidos no se detiene.

La próxima protesta ya tiene fecha: el 9 de septiembre, cuando se cumpla un año exacto del conflicto. En la explanada del Palacio de Gobierno se encenderán cerca de 3 mil velas, una por cada persona desaparecida, anunció Isabel Cruz, de Sabuesos Guerreras. Será un acto de memoria, pero también un recordatorio de la magnitud de la tragedia que las autoridades no han querido asumir.

Al final de la jornada, un hombre mayor sintetizó la jornada con una frase que resonó en los presentes: “Es la gente creyendo que aún es útil, ejerciendo su derecho a manifestarse, pese a un gobierno que nos ha volteado la espalda”.

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