Cada día que pasa, la presidenta Claudia Sheinbaum descubre una nueva factura del pasado. El problema no es solo la corrupción que heredó, sino que no puede denunciar sin señalar al intocable expresidente Andrés Manuel López Obrador.
Crisis Política
Una tormenta de legitimidad se aproxima. La realidad supera cualquier ficción: tres perfiles de alto nivel en tiempos de López Obrador no trabajaban para México. ¿Trabajaban para el crimen organizado? Hernán Bermúdez Requena, operador del cártel de La Barredora, cayó en Paraguay y arrastró consigo a Adán Augusto López. Los sobrinos Farías Laguna dirigían desde la Marina una red de huachicol fiscal que compromete al almirante Rafael Ojeda. Y la casa de bolsa vinculada al jefe de la Oficina de Presidencia lavaba dinero para el Cártel Jalisco Nueva Generación.
¿Cómo explicar que el mandatario que ondeaba el pañuelito blanco como símbolo de “cero corrupción” gobernara con un gabinete corrompido hasta la médula? La respuesta es brutal: no fue infiltración, fue complicidad. AMLO no fue víctima de la corrupción, fue su garante. Y ahora Sheinbaum carga con esa herencia, atrapada en un silencio que la hunde mientras la sombra de una crisis de legitimidad se cierne sobre la 4T.
El Heredero
El “delfín” se está ahogando. Andy López Beltrán, que se veía como heredero natural del legado paterno y candidato presidencial para 2030, hoy es un lastre para Morena. Su ostentoso viaje a Tokio para inaugurar propiedades de lujo de su amigo Diego Jiménez Labora —miembro del “Clan”— terminó de pulverizar una imagen ya dañada por escándalos familiares.
Su padre presumía austeridad. Hoy, Andy recorre hoteles de cinco estrellas y residencias exclusivas en Seattle y Nakameguro. La contradicción es tan evidente que ni Luisa María Alcalde logra defenderlo con convicción. Los bonos del “príncipe” se desploman y su futuro político se evapora entre lujos y deslices.
El Millonario de la “Austeridad”
Mientras Claudia Sheinbaum predica austeridad, Pedro Haces la ridiculiza con su vida de excesos. El zar sindical de Morena viaja en jets privados, se hospeda en hoteles de lujo y organiza fiestas fastuosas. La pregunta en Palacio Nacional es inevitable: si su fortuna no proviene de los trabajadores que dice representar, ¿de dónde sale? Todo apunta a negocios oscuros que AMLO toleró y a las actividades extrasindicales de la CATEM, visibles en regiones como La Laguna.
Las denuncias contra la CATEM y contra “El Limones” Rodríguez Ortiz, su operador en Durango, dibujan la punta de un iceberg de extorsiones, lavado de dinero y empresas fantasma que prosperaron bajo la sombra presidencial. ¿Podrá Sheinbaum desmontar el emporio de Pedro Haces sin señalar quién lo encumbró?
El Desafuero Imposible: La Diputada del Narco
Hilda Brown, diputada señalada por Estados Unidos como parte de la célula de “La Mayiza”, conservará su curul. No porque sea inocente —el Departamento del Tesoro no suele errar—, sino porque Morena controla la Sección Instructora. Dos diputados de Morena y uno del Verde contra uno del PAN: la aritmética de la impunidad es evidente.
La UIF ya cumplió con su ritual de simulación, declarando que no encontró pruebas de lavado. ¿Sorpresa? Es la misma UIF que nunca ve los millones inexplicables de funcionarios morenistas. El mensaje es inequívoco: la justicia en México depende del color del partido.
La Apuesta de Sheinbaum
El 5 de octubre, Claudia Sheinbaum convertirá el Zócalo en su tablero de salvación. La movilización que prepara no será un simple informe: es un intento de mostrar músculo cuando los escándalos la acorralan. Con una plaza abarrotada, buscará exhibir que, pese a la herencia maldita, aún conserva respaldo popular para resistir.
Pero las multitudes no borran la realidad: cada día Sheinbaum se acuesta con un escándalo y despierta con otro, fruto del saldo ominoso de su antecesor. El dilema es existencial: sobrevivir políticamente implica señalar al culpable, pero ese culpable es el líder moral de su movimiento. Encubrirlo la convierte en cómplice; exhibirlo destruiría el mito fundacional de la 4T.
Un Zócalo lleno puede darle oxígeno momentáneo, no soluciones. López Obrador le heredó un enorme poder, pero también un silencio que la asfixia.
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