Ángeles de Puebla
“El Choco”
las respuestas de Perogrullo

Un político con oficio convierte a la prensa en su aliada; involuntariamente, hace del reportero lo que quiere con él. Cuando un funcionario responde lo obvio, no aclara: se protege. Y en la era del espectáculo político —donde hay poca política—, las verdades de Perogrullo son más que improvisación: son cálculo. Cálculo de supervivencia, de oportunidad o de conveniencia, pero cálculo al fin.

En política, lo que se calla muchas veces pesa más que lo que se dice. En Puebla, el caso de José Luis García Parra, jefe del gabinete del gobernador Alejandro Armenta, es un ejemplo —de lo que no debe hacerse— casi de manual. Cuestionado sobre los espectaculares que promocionan su entrevista con la revista Campaigns & Elections (C&E) —con su nombre, su imagen y la frase “El futuro es hoy”—, El Choco recurrió al recurso más fácil del oficio: responder lo evidente para evadir lo incómodo.

—¿Cuánto costó la campaña publicitaria? “Pregunten a la revista”, respondió. —¿Es una campaña adelantada? “No, qué campaña adelantada.” Y así, con respuestas de Perogrullo, intentó clausurar una discusión que ya no se sostiene en la retórica, sino en los hechos: los puentes del Periférico y la Vía Atlixcáyotl exhiben su rostro como si se tratara de un precandidato en plena etapa de posicionamiento.

En la Puebla política todo mundo sabe que los presupuestos se diluyen entre informes, entrevistas, “mecanismos de comunicación política”, (...). La frontera entre propaganda institucional y promoción personal no existe, menos cuando quien manda —Alejandro Armenta— ya dio su visto bueno. Señalar al INE, al IEE o a la Secretaría Anticorrupción es perder el tiempo: todos van a mirar hacia otro lado. Lo que José Luis no ha considerado es que el costo no está en pesos, sino en credibilidad.

Regresemos a la escena paradigmática: un funcionario con aspiraciones tácitas —aunque las niegue— aparece en espectaculares de financiamiento incierto, mientras responde con frases diseñadas para decir sin decir. En el fondo, su discurso traduce una verdad política: en Puebla, la rendición de cuentas se ha vuelto performativa, un ritual vacío donde cada respuesta obvia protege una estrategia anticipada.

Detrás del escenario, Armenta observa y mide. Sabe que “El Choco” es el proyecto del grupo —como Región Global lo advirtió desde el primer día del año en curso en “La liturgia del poder y los primeros indicios de un probable sucesor”— y lo quiere conocido, con presencia y con intención de voto. La maquinaria ya se activó: foros, informes, entrevistas, lonas... Todo —incluido limpiar el camino de voces incómodas— en nombre del proyecto. Mientras tanto, Perogrullo sigue dictando la semántica del poder: no es campaña, es comunicación. No es promoción, es presencia. Y así, entre tecnicismos, el lenguaje se vuelve cómplice; a veces, también culpable.

Lo que vienes está más claro que el agua. El episodio de García Parra deja al descubierto una ecuación vieja pero efectiva: confundir la política con publicidad. Lo único que falta es oficio, ese que impide que los discursos de Perogrullo terminen hundiendo la enorme inversión detrás del artificio.

Pero ese es problema del proyecto que impulsa a El Choco y del grupo que, en otro tiempo, solía repetir:

En política, lo que cuesta es barato.

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