Mientras estados como Nuevo León, Querétaro o Guanajuato celebran la llegada de inversión extranjera por el nearshoring, Puebla enfrenta una paradoja: en el momento de mayor oportunidad industrial para México en décadas, su economía formal se contrae, sus exportaciones se desploman y más del 70% de su fuerza laboral opera en la informalidad.
Mexconomy — Entre 2023 y 2025, Puebla perdió 1,171 empleadores formales registrados ante el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS), lo que representa una reducción del 3.3%. Esta cifra confirma la desaparición constante de micro y pequeñas empresas, que constituyen el 85% del tejido productivo estatal. No se trata de un fenómeno coyuntural, sino del agotamiento de un modelo económico que ya no sostiene la operación dentro de la legalidad.
De acuerdo con la Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) del INEGI, el 71.1% de los trabajadores en Puebla se desempeña en condiciones informales, un incremento de 1.4 puntos porcentuales respecto al año anterior. Siete de cada diez personas laboran sin contrato, sin seguridad social y sin prestaciones. La formalidad, en vez de expandirse, retrocede ante una estructura laboral que castiga la legalidad y premia la evasión.
El costo de ser formal
Las empresas poblanas operan en un entorno donde la carga laboral creció de forma acelerada. Según análisis de Mexconomy.mx, el costo de mantener un empleo formal se ha incrementado entre 40% y 50% en los últimos años, derivado del aumento acumulado de más del 200% en el salario mínimo desde 2018, las nuevas disposiciones sobre vacaciones, la llamada Ley Silla y las cuotas patronales más elevadas.
A esta presión se suma la inminente discusión en el Congreso de la Unión sobre la reducción de la jornada laboral de 48 a 40 horas semanales. De aprobarse sin medidas compensatorias, se estima que los costos laborales podrían aumentar entre 10% y 15%. Para empresas con márgenes inferiores al 5%, las opciones se reducen a tres: cerrar, despedir o migrar a la informalidad.
Empleo formal estancado
El comportamiento del empleo confirma la desaceleración. Entre enero y agosto de 2025, el total de trabajadores registrados ante el IMSS en Puebla creció apenas 0.19%. En contraste, el empleo eventual —termómetro de la actividad económica— cayó 3.6%. Los registros de trabajadores permanentes repuntaron a partir de julio, pero dicho aumento respondió principalmente a la incorporación administrativa de repartidores y conductores de plataformas digitales, más que a la creación de empleos reales. La economía se formaliza en las estadísticas, no en los hechos.
El desplome exportador
La contracción productiva se refleja con mayor claridad en el comercio exterior. Durante el primer trimestre de 2025, Puebla exportó apenas 3,360 millones de dólares, su nivel más bajo en tres años. Esto implicó una caída del 38.6% frente al trimestre previo y del 30.4% respecto al mismo periodo de 2024. Aunque en el segundo trimestre las exportaciones repuntaron a 4,047 millones, el promedio anual continúa 18.7% por debajo del registrado un año antes.
Más del 60% del valor exportado proviene de corporaciones trasnacionales, principalmente del sector automotriz, sin integración efectiva de proveedores locales. El modelo de enclave impide que las micro y pequeñas empresas poblanas participen de la cadena de valor internacional. El resultado: un crecimiento desconectado de la base productiva local.
Desalineación al T-MEC
De acuerdo con la Cámara Nacional de la Industria de Transformación (Canacintra) Puebla, el 70% de las empresas industriales del estado no cumplen plenamente con los requisitos del Tratado entre México, Estados Unidos y Canadá (T-MEC). Las causas principales son el desconocimiento técnico de las Reglas de Origen y la incapacidad para calcular el Valor de Contenido Regional (VCR).
La falta de capacitación coloca a las Pymes en desventaja frente a entidades que han invertido en programas de asesoría especializada. Mientras Nuevo León y Querétaro capacitan sistemáticamente a sus cadenas productivas, Puebla mantiene una brecha técnica que margina a sus empresas del mercado de exportación.
El entorno normativo y fiscal se ha vuelto uno de los principales obstáculos para la competitividad. Las reformas laborales, las obligaciones patronales y los trámites administrativos incrementan los costos de cumplimiento. Cada nueva disposición se suma a una carga que las micro y pequeñas empresas difícilmente pueden absorber. Cumplir con la ley es, paradójicamente, una desventaja competitiva.
Las empresas con mayor capacidad de adaptación externalizan costos, automatizan procesos o recurren a esquemas híbridos. En cambio, las que buscan operar dentro del marco legal enfrentan un entorno asimétrico que penaliza la formalidad. Este fenómeno ha erosionado el ecosistema industrial local, generando un mercado dual: corporaciones consolidadas que concentran beneficios y una periferia de microempresas vulnerables.
El nearshoring que no llegó
El nearshoring —la relocalización de inversiones hacia México— se presenta como la mayor oportunidad económica regional. Sin embargo, las inversiones han privilegiado a estados con marcos regulatorios simplificados, infraestructura logística y capacitación empresarial. Monterrey, Querétaro y el Bajío capitalizaron la tendencia. Puebla, pese a su posición geográfica estratégica y su tradición manufacturera, permanece rezagada.
La falta de políticas públicas coordinadas, incentivos fiscales claros y programas de integración productiva ha relegado al estado a un papel marginal en esta reconfiguración industrial. Las oportunidades pasan de largo no por falta de capacidad, sino por ausencia de estrategia.
El panorama empresarial de Puebla revela un tejido productivo debilitado por tres factores convergentes: costos laborales crecientes, desalineación al T-MEC y un marco regulatorio adverso. El resultado es un ecosistema empresarial fracturado, en el que la supervivencia se impone sobre la competitividad.
Sin una respuesta institucional articulada —que contemple capacitación técnica, incentivos a la formalidad y simplificación regulatoria—, el riesgo es la consolidación de un modelo dual: una economía formal cada vez más reducida y una informalidad expansiva. En esa ecuación, el nearshoring seguirá pasando de largo, y Puebla perderá su lugar en las cadenas globales de valor justo cuando más lo necesita.

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