Estados Unidos presentó un avance tecnológico que podría redefinir la seguridad de la energía nuclear: microchips capaces de seguir funcionando en el corazón de un reactor atómico, en un ambiente donde el calor extremo derrite el metal y la radiación destruye incluso los circuitos más resistentes diseñados hasta ahora.
QB-Dataverse — Investigadores de la Universidad de Maine desarrollaron sensores fabricados con materiales a escala nanométrica que utilizan una arquitectura revolucionaria capaz de permanecer estable incluso cuando se expone a radiación intensa. El resultado es un dispositivo que puede operar durante días dentro del núcleo del reactor, recolectando datos en tiempo real, algo que hasta este momento era técnicamente imposible.
El ingeniero brasileño Mauricio Pereira de Acuña, quien lidera el proyecto, explica que esta es la primera tecnología en el mundo capaz de medir con precisión la potencia de un reactor a 800 grados centígrados, garantizando seguridad y eficiencia en entornos que superan los límites de la ingeniería convencional. En las pruebas realizadas en el laboratorio de investigación nuclear de la Universidad Estatal de Ohio, los chips funcionaron sin degradación significativa durante períodos prolongados de exposición extrema.
¿Por qué esto importa? Porque el mundo está entrando aceleradamente en la era de los reactores nucleares de nueva generación: más compactos, más eficientes y operando a temperaturas mucho más altas que los modelos tradicionales. Hasta ahora, simplemente no existían sensores capaces de acompañar esa evolución tecnológica. Sin mediciones confiables, no hay manera de controlar el corazón del reactor, convirtiendo la innovación en un riesgo potencial.
Con esta nueva tecnología, los ingenieros podrán detectar cualquier irregularidad al instante, previniendo accidentes catastróficos y reduciendo drásticamente los costos de mantenimiento. La vigilancia en tiempo real transforma reactores en sistemas autosuficientes con capacidad de autodiagnóstico continuo.
Pero las aplicaciones van mucho más allá de la energía nuclear. Esta tecnología puede utilizarse en motores de cohetes, plantas geotérmicas de alta temperatura, turbinas hipersónicas e incluso sondas espaciales destinadas a misiones extremas, donde los sensores deben resistir temperaturas y radiaciones cercanas al límite físico de la materia. La frontera entre lo imposible y lo operacional acaba de moverse.
