Alejandro Gertz Manero renunció este jueves 27 de noviembre de 2025 como Fiscal General de la República, cargo que ocupó desde enero de 2019 entre escándalos, conflictos de interés y acusaciones de presionar al sistema de justicia.

CDMX — Su salida no es consecuencia de sus polémicas: es un premio. La presidenta Claudia Sheinbaum Pardo lo propuso como Embajador de México ante Alemania, blindándolo con fuero diplomático y alejándolo del país justo cuando su gestión exigía rendir cuentas. En el México de la "transformación", los funcionarios cuestionados no enfrentan investigaciones: reciben embajadas.

En su carta dirigida a la presidenta del Senado, la morenista Laura Itzel Castillo, Gertz Manero justifica su renuncia con la retórica habitual del servicio público: "Dicha propuesta me va a permitir la posibilidad de continuar sirviendo a mi país, en una nueva tarea que me honra y le agradezco; ratificando así mi vocación de servicio público de tan larga trayectoria". Traducción: después de casi siete años utilizando la Fiscalía para vendettas personales y conflictos familiares, ahora se va a Berlín con sueldo de embajador y sin que nadie le pregunte por sus excesos.

La gestión de Gertz como fiscal fue un catálogo de controversias que hubieran hundido a cualquier funcionario en una democracia funcional. Las investigaciones sobre la muerte de su hermano Federico y el litigio contra su familia política expusieron presuntos conflictos de interés que convirtieron a la Fiscalía en instrumento de venganza personal. La difusión de audios donde supuestamente presionaba a funcionarios judiciales desnudó sus métodos autoritarios. Los cuestionamientos por la liberación del exdirector de Pemex, Emilio Lozoya, y las acusaciones de intervenir en causas penales mediante su entorno cercano completaron el perfil de un fiscal que operaba como señor feudal, no como garante de la justicia.

El blindaje diplomático como estrategia de impunidad

La designación como embajador en Alemania no es reconocimiento a méritos: es evacuación estratégica. Sacarlo del país con fuero diplomático lo protege de eventuales investigaciones sobre su gestión y le garantiza un retiro cómodo lejos del escrutinio público. Es la misma lógica que ha operado en otros casos de la 4T: cuando un funcionario se vuelve demasiado tóxico pero sigue siendo leal, se le ofrece una salida digna. Nunca consecuencias.

La Fiscalía General de la República bajo Gertz Manero fue cualquier cosa menos autónoma. Desde perseguir a críticos del régimen hasta proteger a aliados políticos, el fiscal demostró que la "autonomía" institucional era apenas un membrete en papel oficial. Su renuncia deja un legado claro: en México, la justicia sigue siendo selectiva, los fiscales operan con criterios políticos y los funcionarios cuestionados no rinden cuentas, se van de embajadores.

Ahora Claudia Sheinbaum tendrá que designar un nuevo fiscal. La pregunta no es quién será, sino si seguirá el modelo Gertz —un operador político disfrazado de garante de justicia— o si habrá un cambio real. La historia reciente no invita al optimismo. Mientras tanto, Gertz Manero empacará sus maletas rumbo a Berlín, donde podrá disfrutar de cerveza alemana y la tranquilidad de quien sale impune. Su "vocación de servicio público" resultó ser vocación de servirse del cargo público. Y el sistema lo premió por ello.

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