La presencia reiterada de grupos encapuchados volvió a fracturar una movilización pacífica: mientras la Generación Z exigía justicia y fin a la violencia, los infiltrados desataron agresiones frente al Palacio Nacional, obligando a la ciudadanía a alejarse sin oportunidad de expresar las demandas legítimas.

CDMX — La marcha avanzó desde el Ángel de la Independencia con familias, estudiantes y jóvenes que reclamaban seguridad y justicia. Pero al llegar al Zócalo emergió el mismo grupo violento que aparece, una y otra vez, en protestas ciudadanas y nunca en actos convocados por el partido gobernante. Cubiertos del rostro, comenzaron a golpear y derribar las vallas metálicas colocadas desde días atrás frente al Palacio Nacional, generando un foco de tensión ajeno al reclamo original.

Los encapuchados actuaron con precisión: cuerdas, marros y coordinación para desprender tramos completos del cerco del lado derecho del Palacio, rumbo a la Suprema Corte de Justicia y la calle Pino Suárez. La Secretaría de Seguridad Ciudadana respondió formando una línea de escudos, mientras los proyectiles con gas irritante elevaban el caos en la plancha central. Ningún manifestante legítimo intentó cruzar el boquete; todos se replegaron de inmediato.

La diferencia entre quienes marcharon y quienes violentaron fue visible. Las familias, jóvenes y ciudadanos que encabezaban la protesta se apartaron de los encapuchados desde el primer golpe a la valla. Lo que había sido una concentración multitudinaria por la paz quedó dividida: en el frente, el bloque violento; atrás y en los extremos, la ciudadanía observando con frustración cómo su reclamo se veía distorsionado por un grupo que aparece puntualmente cuando la protesta es social, nunca cuando la movilización es oficialista.

La jornada terminó con la retirada gradual de los contingentes pacíficos sin oportunidad para expresar de manera ordenada sus demandas legítimas. Mientras tanto, los encapuchados mantenían la confrontación frente al Palacio. La protesta de la Generación Z —masiva y con un mensaje claro— quedó eclipsada por la violencia de un grupo reducido cuya presencia recurrente desfigura el sentido ciudadano de las movilizaciones.

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