La conexión Puebla-Tlaxcala amaneció paralizada este miércoles, convertida en un campo de batalla donde campesinos y productores mantienen bloqueados al menos tres puntos estratégicos en protesta por la cerrazón gubernamental. El tránsito está completamente detenido en la Autopista Puebla-Tlaxcala a la altura del Camino a Ocotlán.
Puebla de Zaragoza, Puebla. — Ahí, manifestantes quemaron maquinaria como advertencia contundente: no hay marcha atrás. En la caseta de cobro de Zacatelco, con dirección a la ciudad de Puebla, el bloqueo cierra el paso.
En Tlaxco, campesinos cumplen más de 10 horas sin permitir circulación hacia Apizaco ni hacia la autopista Tlaxco-Tejocotal rumbo a la Sierra Norte de Puebla con destino a municipios poblanos importantes como Chignahuapan, Zacatlán y Huauchinango. Solo es posible avanzar por veredas y comunidades, como en los tiempos en que las carreteras aún no existían.
La Guardia Nacional informa con su lenguaje aséptico: "continúa cierre total en ambos sentidos" en la caseta de San Martín Texmelucan, cerca del km 222+300 del Libramiento Norte de la Ciudad de México.
En el km 194+700 del Arco Norte, manifestantes bloquean ambos sentidos; la última salida funcional está en Sahagún y el acceso está restringido en Texmelucan. Solo el tramo desde Calpulalpan permanece libre.
Como si el escenario no fuera suficientemente crítico, un accidente vial cerca del km 024+678 de la autopista México-Puebla con dirección a la Ciudad de México completa el colapso circulatorio.
El Estado no escucha pero las carreteras hablan
Los bloqueos campesinos no son vandalismo ni capricho: son el lenguaje de quien ya agotó todos los canales institucionales. Mientras la Secretaría de Gobernación condiciona el diálogo a que los campesinos retiren primero sus movilizaciones, éstos responden ampliando los puntos de presión. No es bloqueo gratuito; es el grito desesperado de productores que ven cómo sus demandas —ajustes en la Ley de Aguas, precios de garantía para el maíz, seguridad en carreteras— se estrellan contra el muro de la indolencia oficial.
Las autoridades emiten boletines pidiendo "tomar precauciones" y "atender indicaciones viales", como si el problema fuera logístico y no político. Miles de personas atrapadas en el tráfico en todo el país, ambulancias que no pueden circular, mercancías perecederas varadas: todo eso es consecuencia directa de un gobierno que prefiere criminalizar la protesta antes que resolver las causas que la generan. El Frente Nacional para el Rescate del Campo Mexicano advirtió que ampliaría las movilizaciones si César Yáñez mantenía sus condicionamientos. Cumplieron.
La parálisis Puebla-Tlaxcala es apenas un capítulo de una movilización que abarca 10 estados y cinco cruces internacionales. No se trata de inconformidad aislada: es una crisis estructural del transporte y campo mexicano que el gobierno de la "transformación" sigue tratando con las mismas recetas autoritarias del viejo régimen. Mientras los funcionarios federales acusan a los campesinos de "ampliar bloqueos a pesar de la apertura gubernamental", los productores responden con hechos: si no hay voluntad política para dialogar sin condiciones, habrá más carreteras cerradas. El mensaje es claro: quienes alimentan al país no seguirán siendo invisibles. Y si el único camino para ser escuchados es detener el país, ese camino lo tomarán.




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