Puebla cierra el tercer trimestre de 2025 con un mercado laboral que apenas se sostiene. La población económicamente activa (PEA) se mantuvo en 3.2 millones de personas, pero la tasa de participación cayó de 62.9% a 61.7%. Es decir, menos poblanos en edad de trabajar están dispuestos o pueden incorporarse al mercado laboral. Es sintomática de un desánimo general.

Puebla de Zaragoza, Puebla. (Mexconomy) — La supuesta creación de empleo —apenas 5,000 puestos ocupados más en un año— es estadísticamente insignificante en una entidad con más de tres millones de trabajadores. Peor aún, esta magra expansión oculta un desplome catastrófico: el sector primario perdió 103,000 empleos, la mayor hemorragia sectorial. Agricultura, ganadería, silvicultura, caza y pesca —columna vertebral de comunidades rurales— sufrió un colapso de 16.6% en su fuerza laboral, expulsando trabajadores hacia la informalidad urbana o hacia la inactividad económica completa.

La industria manufacturera, que debiera ser motor de desarrollo, retrocedió en 32,000 empleos, cayendo de 17.1% a 16.1% de participación. La construcción también contrajo 21,780 puestos. Estos sectores productivos, generadores de valor agregado y empleos de calidad, están en franca regresión mientras el crecimiento se concentra patológicamente en comercio (+80,000) y servicios diversos (+20,000), actividades típicamente precarias, de baja remuneración y alta rotación.

La informalidad como norma

El dato más demoledor: 70.2% de los ocupados trabajan en la informalidad laboral. Siete de cada diez trabajadores poblanos carecen de seguridad social, prestaciones y certidumbre contractual. Esta cifra aumentó respecto al trimestre anterior, consolidando a Puebla como una economía marginal donde el empleo digno es excepción, no regla. Los micronegocios concentran 59.9% del empleo no agropecuario, mientras los establecimientos grandes apenas absorben 6%. Esta atomización empresarial perpetúa la baja productividad y los salarios de subsistencia.

La tasa de condiciones críticas de ocupación —trabajadores con ingresos insuficientes y jornadas excesivas— afecta a 41.7% de los ocupados. Respecto al año anterior, sigue significando que dos de cada cinco trabajadores viven en condiciones laborales inaceptables. Más alarmante: 1.5 millones de personas (49.8% de los ocupados) ganan hasta un salario mínimo, perpetuando la trampa de pobreza laboral.

Desocupación oculta y precarización femenina

La tasa de desocupación de 2.5% es engañosamente baja. La población no económicamente activa creció en 93,000 personas, alcanzando 2 millones. Este aumento revela desaliento masivo: trabajadores que dejaron de buscar empleo ante la ausencia de oportunidades dignas. Las mujeres enfrentan particular exclusión: solo 48.2% participan en el mercado laboral versus 78.1% de los hombres, perpetuando brechas de género estructurales en una economía que expulsa sistemáticamente a la mitad de su población productiva.

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