Los indicadores más recientes —construcción, inversión, ahorro y demanda— dibujan un cuadro de desaceleración profunda que trasciende lo coyuntural. El problema no es un trimestre adverso: es la acumulación de debilidades estructurales que hoy convergen y amenazan con prolongar el estancamiento de la economía poblana.
El síntoma más visible es la construcción, tradicional termómetro del ciclo económico estatal. En 2025, el valor de producción en Puebla se desplomó 39.8% anual, con caídas simultáneas en empleo (-12.7%) y horas trabajadas (-12.4%). El ajuste no fue compensado por salarios: las remuneraciones reales retrocedieron. El mensaje es inequívoco: menos obra, menos trabajo y menor dinamismo local.
Este deterioro sectorial se inserta en un entorno macroeconómico que tampoco ofrece amortiguadores. A nivel nacional, la economía avanzó apoyada en el consumo privado, pero con una Formación Bruta de Capital Fijo en caída (-7.6% anual) y un ahorro bruto debilitado. El muy modesto crecimiento se explica más por demanda e importaciones que por inversión productiva. Para Puebla, esta composición es especialmente riesgosa: sin inversión, no hay obra; sin obra, no hay empleo; sin empleo, el consumo se erosiona.
La fragilidad financiera completa el cuadro. El ahorro pierde capacidad y el financiamiento externo deja de compensar. En un estado donde la inversión pública y privada es clave para detonar cadenas productivas, la escasez de capital eleva el costo del estancammiento. El resultado probable para 2026 es el de una economía que operará por debajo de su potencial, con proyectos aislados incapaces de cambiar la tendencia.
De cara a 2026, los riesgos se multiplican. Si el ciclo nacional continúa apoyado en consumo y no en inversión, Puebla seguirá rezagándose frente a entidades que captan proyectos estratégicos. La incertidumbre regulatoria, la debilidad de la obra pública y la falta de planeación de largo plazo pueden convertir la contracción en un nuevo piso bajo. Los rebotes sin inversión son efímeros.
El desafío es político y económico. Puebla necesita certidumbre para atraer capital, reactivar infraestructura y reconstruir empleo formal. Sin una agenda clara —inversión pública contracíclica, verdadera asociación con el sector privado y priorización de proyectos productivos—, 2026 corre el riesgo de consolidar un estancamiento que ya es visible en los datos.
Este editorial no anticipa una crisis súbita, pero sí advierte un peligro mayor: la normalización de la debilidad. Puebla puede crecer, pero solo si rompe el círculo de baja inversión, menor obra y empleo frágil. El tiempo para corregir el rumbo se acorta.
Nota al lector: la gráfica interactiva está optimizada para su correcta lectura y exploración en pantallas de mayor tamaño (computadora o tableta). En dispositivos móviles, algunos detalles de ejes, etiquetas o series pueden visualizarse de forma limitada.
Fuente: INEGI, Encuesta Nacional de Empresas Constructoras (ENEC). Cifras desestacionalizadas y originales. Series ajustadas mediante el método X-13ARIMA-SEATS / Mexconomy . Cifras preliminares sujetas a revisión.
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