Puebla destina más de la mitad de su producción gubernamental a la educación, una inversión récord que la posiciona entre los cinco estados con mayor gasto educativo del país. Sin embargo, esta aparente prioridad esconde una paradoja devastadora: el estado que más invierte en educación ocupa el séptimo lugar nacional en analfabetismo.

Puebla de Zaragoza, Puebla. / (Mexconomy) — Los números de la administración pública de Puebla cuentan una historia de recursos mal aplicados, de un sistema que privilegia las estadísticas sobre los resultados y que, en su camino, descuida peligrosamente otros sectores vitales para el desarrollo poblano.

Puebla asignó 57.5% de su Valor Agregado Bruto a servicios educativos, solo por debajo de Sinaloa, Coahuila, Veracruz e Hidalgo. Esta concentración se refleja también en la estructura laboral: 60.5% del personal gubernamental poblano trabaja en el sector educativo, la segunda proporción más alta del país después de Chihuahua.

La paradoja emerge cuando se confronta el gasto con los resultados. A pesar de esta masiva inversión, Puebla ocupa el séptimo lugar nacional en analfabetismo, evidenciando que el problema no es cuánto se gasta, sino cómo se distribuye. Mientras la educación superior florece con instituciones sólidas como la BUAP, la UDLAP y la UPAEP, la educación básica y media superior languidecen en un rezago que millones de pesos no han logrado revertir. El dinero fluye, pero no llega donde más se necesita.

Esta ineficiencia en la aplicación del gasto educativo se agrava cuando se observa la modesta inversión en salud. Puebla destina apenas 15.6% de su VAB a servicios de salud y asistencia social, una cifra que coincide exactamente con el promedio nacional de los gobiernos estatales, pero que resulta insuficiente en un contexto donde entidades como Chiapas, Guanajuato y Tabasco superan el 20%. Esta brecha representa un riesgo latente para un estado con importantes rezagos en cobertura sanitaria y una población en crecimiento.

Eficiencia administrativa con sombras estructurales

El gobierno poblano muestra una aparente eficiencia al destinar solo 26.9% de su producción a actividades administrativas, de justicia y seguridad, ubicándose entre las cinco entidades con menor gasto burocrático. Mientras Ciudad de México dedica 84.6% a estas funciones, Puebla mantiene una estructura más austera. No obstante, esta eficiencia podría ser el síntoma de una capacidad institucional limitada, especialmente preocupante en un estado que enfrenta desafíos significativos en materia de Procuración y Administración de Justicia y seguridad pública.

En el terreno de la inversión física, Puebla ocupa la quinta posición nacional con 3.3% del total de la Formación Bruta de Capital Fijo de los gobiernos estatales y locales, que en conjunto alcanzó 445,581 millones de pesos en 2024. Esta participación, aunque significativa, la coloca por debajo de Ciudad de México (6.4%), Nuevo León (4.5%), Jalisco (4.2%) y el Estado de México (3.8%), evidenciando que, pese a su tamaño poblacional y territorial, la infraestructura pública poblana crece a un ritmo inferior al de sus principales competidores económicos.

Un modelo insostenible a largo plazo

La radiografía presupuestal de Puebla revela un modelo de gasto concentrado en educación que, paradójicamente, no se traduce en resultados proporcionales. La séptima posición en analfabetismo nacional desnuda una verdad incómoda: el estado invierte más que la mayoría, pero lo hace mal. Los recursos se diluyen en una burocracia educativa y abandona los niveles básicos donde se forja el futuro de millones de niños poblanos.

Esta ineficiencia educativa se combina peligrosamente con la inversión insuficiente en salud, infraestructura por debajo del potencial estatal y una capacidad administrativa reducida, configurando un panorama de vulnerabilidad futura. El desafío para la administración pública poblana trasciende la mera asignación presupuestal: requiere una reingeniería completa del gasto que priorice impacto sobre volumen, resultados sobre estadísticas. Sin esta transformación, Puebla seguirá siendo el estado que más gasta en educación mientras sus ciudadanos permanecen atrapados en el analfabetismo, una contradicción que ningún presupuesto, por abultado que sea, puede sostener indefinidamente.

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