La Presidenta crea un consejo con la élite empresarial en medio del peor colapso de inversión desde la pandemia. Con la formación bruta de capital cayendo 8.9% anual, el encuentro parece más un acto de contención que una estrategia real.

Mexconomy — La presidenta Claudia Sheinbaum reunió este martes en Palacio Nacional a la crème de la élite empresarial mexicana para formalizar la creación de un Consejo para la Promoción de Inversiones vinculado al Plan México. Figuras como Carlos Slim Helú, Alejandro Baillères Gual y José Antonio Fernández Garza escucharon durante más de dos horas el llamado presidencial a acelerar proyectos en infraestructura, energía y manufactura. Pero el timing del encuentro revela más de lo que el discurso oficial admite: ocurre justo cuando México atraviesa su peor crisis de inversión desde la pandemia. En agosto de 2025, la Formación Bruta de Capital Fijo cayó 2.7% mensual y 8.9% anual, el dato más devastador en años. Las empresas dejaron de invertir, la maquinaria envejece, la construcción se paraliza y el Estado se repliega. En ese contexto, ¿qué puede ofrecer un consejo más allá de buenas intenciones y compromisos difusos?

Los números son demoledores. La inversión en maquinaria y equipo se desplomó 10.5% anual, mientras que la construcción no residencial —plantas industriales, oficinas, infraestructura productiva— se contrajo 18.5%. Pero lo más alarmante es el colapso de la inversión pública: -21.2% en agosto y -22.2% en el acumulado del año. El Estado, que debería liderar con infraestructura carretera, hidráulica y energética, está paralizado. La construcción pública cayó 30.8% anual, un dato catastrófico que expone restricciones fiscales y una incapacidad brutal para ejecutar proyectos. Mientras tanto, la inversión privada también retrocede (-9.0% anual), pero con una diferencia: las empresas están posponiendo inversiones estratégicas por desconfianza, no por falta de recursos. El mensaje implícito es claro: nadie cree en el futuro económico inmediato de México.

El consejo anunciado por Sheinbaum llega, entonces, como un intento desesperado de revertir la narrativa. Altagracia Gómez, coordinadora del Consejo Asesor de Desarrollo Económico Regional, habló de "acelerar inversiones" y "mejorar infraestructura", pero Francisco Cervantes, presidente saliente del CCE, restó importancia al anuncio: "Es el mismo grupo de siempre, no ha cambiado nada". La contradicción expone la fragilidad del ejercicio. ¿Cómo convencer a empresarios de que inviertan cuando el propio gobierno retrocede brutalmente en infraestructura pública? ¿Cómo pedirles que arriesguen capital cuando el equipo de transporte importado cayó 15.4% anual y las cadenas de suministro se deterioran? La verdad incómoda es que un consejo de diálogo no sustituye certidumbre jurídica, infraestructura funcional ni política económica predecible.

El contexto agrava la situación. Apenas horas antes, Sheinbaum anunció un aumento del 13% al salario mínimo, llevándolo a 315.04 pesos diarios. Aunque el gobierno asegura que no habrá impacto inflacionario, los empresarios saben que márgenes más ajustados y costos laborales al alza complican aún más la ecuación de inversión. Además, el encuentro ocurre en la víspera de una posible reunión con Donald Trump, quien amenaza nuevamente con aranceles masivos.

La apuesta de Sheinbaum es doble: proyectar estabilidad interna y convencer al capital privado de que el Plan México puede avanzar pese a la incertidumbre. Pero los datos muestran lo contrario: México está consumiendo más de lo que invierte, erosionando sistemáticamente su capacidad productiva. Una economía donde las empresas extienden la vida útil de equipos obsoletos en lugar de renovar tecnología no es una economía que compite: es una economía que se apaga lentamente. El consejo de Sheinbaum puede ser un gesto necesario, pero sin reformas estructurales, destrabe regulatorio y gasto público eficiente, no pasará de ser otro foro más donde se habla mucho y se resuelve poco.

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