Tlaxcala, el estado más pequeño de México después de la Ciudad de México, es castigado injustamente en las estadísticas gubernamentales. Las Cuentas de los Gobiernos Estatales y Locales 2024 del INEGI apenas dedican tres menciones al estado, relegándolo a las notas al pie de las tablas comparativas. Pero ¡oh sorpresa! Tlaxcala sobrevive en la mediocridad del promedio nacional.
Tlacala / (Mexconomy) — Con 53.8% de su Valor Agregado Bruto destinado a servicios educativos, Tlaxcala se ubica apenas 1.4 puntos porcentuales por encima del promedio de los gobiernos estatales (52.4%). No es una cifra despreciable, pero tampoco impresionante. Mientras Sinaloa apuesta por la educación con 64.1% y Puebla —su vecino más problemático— alcanza 57.5%, Tlaxcala se conforma con lo suficiente para no quedar mal en las comparaciones, pero sin arriesgarse a destacar.
El equilibrio como estrategia (o como ausencia de estrategia)
En actividades del gobierno —administración pública, justicia, seguridad y bienestar social—, Tlaxcala asigna 31.6% de su VAB, prácticamente idéntico al promedio estatal de 31.9%. Esta cercanía obsesiva con el promedio podría interpretarse como prudencia presupuestal o, más probablemente, como la falta de una visión clara sobre qué tipo de gobierno que ha construido Lorena Cuéllar Cisneros. Mientras Puebla apuesta por la austeridad administrativa con 26.9% —quizás demasiado— y Nuevo León invierte 39.8% en fortalecer su capacidad institucional, Tlaxcala simplemente existe en el punto medio, sin tomar partido.
El sector salud revela la única desviación significativa del estado respecto al promedio nacional, aunque no precisamente en la dirección correcta. Con 14.6% de su VAB destinado a servicios de salud y asistencia social, Tlaxcala se ubica un punto porcentual por debajo del promedio estatal de 15.6%. Es una diferencia pequeña en términos porcentuales, pero considerable cuando se traduce en capacidad hospitalaria, personal médico y cobertura sanitaria para una población de más de 1.3 millones de habitantes.
La verdadera tragedia de Tlaxcala no está en sus números, sino en su ausencia de ellos. El reporte del INEGI no menciona al estado cuando enumera las cinco entidades con mayor inversión fija. Tampoco aparece en las estadísticas de empleo gubernamental ni en las comparaciones de remuneraciones medias anuales. Tlaxcala —para las estadísticas oficiales— es tan pequeño, tan poco relevante en términos de producción gubernamental, que ni siquiera amerita una línea descriptiva por el INEGI.
¿Eficiencia?
Los defensores del modelo tlaxcalteca podrían argumentar que mantener el equilibrio presupuestal y no destacar en ningún extremo es señal de prudencia fiscal. Que mientras Puebla se ahoga en su propia ineficiencia educativa y otros estados dilapidan recursos en burocracias infladas, Tlaxcala administra lo poco que tiene con sensatez. Es un argumento válido, pero insuficiente.
La mediocridad estadística del gobierno de Tlaxcala refleja algo más preocupante: un estado sin ambición, sin proyecto, sin la capacidad —o el deseo— de generar un modelo de desarrollo propio. Es el estado que nunca incomoda, que nunca sobresale, que nunca falla espectacularmente pero tampoco triunfa. Es el estudiante que siempre saca seis, suficiente para pasar, insuficiente para recordar.
En un país donde los gobiernos estatales compiten por inversión, talento y recursos federales, ser invisible es una condena. Tlaxcala no destaca por gastar mal como Puebla, ni por invertir agresivamente en infraestructura como Nuevo León, ni por descuidar la educación como Quintana Roo. Simplemente existe, flota en el promedio nacional, esperando que nadie note su presencia ni su ausencia.
Las cifras del INEGI revelan un patrón inquietante: Tlaxcala es el estado del "más o menos", del "ni mucho ni poco", del eterno punto medio que nunca genera conversación porque no hay nada particularmente bueno o malo que decir. Y quizás esa sea precisamente su mayor debilidad: en un mundo que castiga la mediocridad, el gobierno de Tlaxcala ha elegido el camino más seguro hacia la irrelevancia total.

0 Comentarios