
"Los aranceles protegen a los productores nacionales de la competencia extranjera, pero lo hacen a expensas de los consumidores nacionales." — Milton Friedman, Nobel de Economía (1976).
México llega a una guerra comercial con EE.UU. derrotado.
La falta de una verdadera respuesta oportuna del gobierno mexicano ante los aranceles impuestos unilateralmente por Donald Trump a los productos nacionales, no es una estrategia. Es una rendición de facto ante la ofensiva del mandatario estadounidense, cuyas declaraciones han sido abiertamente hostiles contra México, los mexicanos y su gobierno.
La acusación de colusión gubernamental con los grupos del crimen organizado, que operan en la ilegalidad y la impunidad en diversos sectores de la economía, incluyendo el sistema financiero a través de las denominadas Instituciones Auxiliares de Crédito, es solo una parte del problema.
¿Qué sigue? ¿Un plan B con aranceles a productos norteamericanos? ¡Craso error!
Las guerras comerciales (como todas las guerras) tienen costos y consecuencias, sobre todo para los perdedores y México va a perder porque no está preparado para enfrentar una guerra comercial.
La reciente publicación de los datos del PIB para el cuarto trimestre de 2024 nos obliga a reconocer una realidad incómoda: México, la segunda economía más grande de América Latina y la número 13 a nivel global, está atrapado en un ciclo de crecimiento débil que compromete su desarrollo a largo plazo.
Los números son contundentes y preocupantes. El último trimestre de 2024 el PIB registró una contracción del 0.6%. Pero más allá de este dato puntual, es la tendencia de los últimos años la que debería encender todas las alarmas. Tras el rebote post-pandémico, la economía mexicana ha mostrado una severa pérdida de dinamismo.
En 2023, los crecimientos trimestrales fueron anémicos: 0.7%, 0.5%, 0.7% y un paupérrimo 0.1% en el último trimestre. El 2024 no mostró una mejora sustancial: 0.1%, 0.4%, un espejismo de 1.1%, para terminar con la mencionada contracción del 0.6% (-0.6%).
Estos no son los números de una economía “fuerte”; son los signos vitales de una economía en terapia intensiva.
El análisis sectorial del último trimestre es revelador: el sector primario se desplomó un 8.9%, el secundario cayó 1.2%, y el terciario, aunque positivo, apenas creció 0.2%. Esta disparidad refleja desequilibrios estructurales y augura problemas profundos en la cadena productiva nacional.
Las consecuencias de este estancamiento son múltiples y graves:
La generación de empleos formales está comprometida. Con una informalidad superior al 50%, no es un logro que la tasa de desempleo sea "de las más bajas del mundo". El crecimiento económico es insuficiente para absorber a la población que solicita ingresar al mercado laboral cada año.
La falta de dinamismo económico está limitando la inversión pública en infraestructura y servicios esenciales. El estancamiento fiscal ha creado un círculo vicioso de subinversión y deterioro de la infraestructura pública.
Por si fuera poco, México está perdiendo competitividad global. Mientras otros mercados emergentes avanzan, el país se rezaga, reduciendo su atractivo para la inversión extranjera.
La desigualdad se profundiza. Las oportunidades de movilidad social se reducen y los sectores vulnerables son los más afectados pese a los programas sociales.
Con o sin aranceles, la economía mexicana se le escapa de las manos a la 4T. Es lamentable que un país con gran potencial demográfico, ubicación estratégica y abundantes recursos naturales esté desperdiciando oportunidades como el nearshoring y la reconfiguración de las cadenas globales de valor.
Hoy, ya se habla de una generación perdida en México, pues no solo se carece de una política económica seria, sino que las decisiones se toman con base en ocurrencias y una ideología trasnochada inservible.
La ausencia de una estrategia real como respuesta a los aranceles de Trump sólo es reflejo de un desastre mayor. La política industrial carece de rumbo, el campo está asfixiado por la pobreza y el crimen, el sistema educativo no está alineado con las necesidades del mercado laboral, la burocracia sigue siendo un obstáculo enorme para la inversión privada, (...).
Así que en medio de una guerra comercial, el estancamiento económico va a continuar como resultado de malas decisiones gubernamentales. Los aranceles de EE.UU. a México van a profundizar una emergencia económica que se ha mantenido maquillada.
En Palacio Nacional nunca aceptarán que están equivocados, pero México necesita urgentemente un nuevo consenso económico que priorice el crecimiento sostenible y la productividad sobre la retórica hueca del "humanismo mexicano".
Los problemas económicos no se resolverán con discursos ni cantando el himno nacional. En unos meses, con o sin aranceles, seguiremos experimentando crecimientos marginales (o una recesión confirmada), mientras el potencial del país se sigue desperdiciando por la mala gestión económica.
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