La imagen que retrata a México es la de una niña señalando con el dedo a un sicario. La violencia en Campeche rompe con la imagen de tranquilidad que el estado había proyectado durante años. Sin responsables detenidos y con hechos que parecen no tener freno, la incertidumbre crece entre la población.
Campeche - Un estado, una ciudad, tradicionalmente asociada con su riqueza cultural, sus playas y su gastronomía, ha irrumpido en la agenda nacional por razones muy distintas.
La imagen que retrata a México es la de una niña señalando con el dedo a un sicario en moto con su compinche, respondiendo con una pistola.
Así de cruda está la realidad. Esa niña no debería estar viendo esto. La violencia, que durante años parecía ajena a su territorio, hoy lo sitúa en el centro de una crisis que crece sin control.
Balaceras, persecuciones, ejecuciones. Las imágenes que solían retratar a Campeche como un destino de tranquilidad han sido desplazadas por escenas propias de un conflicto que hasta hace poco se consideraba lejano. La población, antes acostumbrada a la calma, ahora convive con la incertidumbre.
Hasta el momento, no hay responsables detenidos. Lo que es peor: la violencia no se detiene y, con cada jornada, las cifras y los hechos reflejan una escalada que desafía cualquier previsión. Lo impensable se convierte en rutina y, en ese proceso, la percepción de seguridad se desmorona.
Más allá de posturas políticas o discursos oficiales, la realidad es una: el problema afecta a todos. La seguridad, lejos de ser un tema partidista, se ha convertido en una preocupación compartida por quienes ven cómo el país entero se transforma. Campeche, antes ejemplo de paz, hoy, con la niña señalando a un sicario, es reflejo de una crisis que no distingue fronteras.
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