
Lejos de erradicar los efectos del modelo neoliberal, el “humanismo mexicano” de Andrés Manuel López Obrador parece haber profundizado la fragilidad económica del país. Los datos del INEGI son implacables: México no crece, y ha vuelto a entrar en recesión técnica sin tomar en cuenta el efecto de los aranceles de EE.UU.
Desde el 1 de diciembre de 2018, el presidente Andrés Manuel López Obrador proclamó el fin del modelo neoliberal y el inicio de una nueva etapa basada en el “humanismo mexicano”. Esta nueva doctrina prometía un viraje histórico: dejar atrás la lógica del mercado y sustituirla por una visión centrada en el bienestar, la justicia social y el fortalecimiento del Estado. Sin embargo, las cifras oficiales del INEGI muestran otra realidad.
Entre 2019 y 2023, el crecimiento económico fue débil, irregular y concentrado. En 2019, el primer año de su gobierno, el Producto Interno Bruto (PIB) se estancó en 0.0 %, y el Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) reflejó contracciones intermitentes. La confianza empresarial cayó, afectada por decisiones como la cancelación del aeropuerto de Texcoco, y la inversión privada se congeló. El “cambio de modelo” no activó la economía, sino que la detuvo.
En 2020, la pandemia de COVID-19 exhibió con crudeza las limitaciones del nuevo paradigma. Mientras países en desarrollo optaban por medidas fiscales contracíclicas, México eligió la austeridad en medio del desastre. El IGAE se desplomó: en abril, cayó -22.09 % anual. No hubo rescates, ni estímulos, ni apoyos sustanciales al aparato productivo. El “humanismo” fue, en la práctica, un dogma de resistencia financiera que dejó a millones en la intemperie.
La recuperación de 2021 fue un rebote estadístico. El IGAE creció más de 25 % en abril, pero solo porque comparaba con el abismo del año anterior. Ya en 2022 y 2023, el crecimiento volvió a niveles mediocres: entre 2 % y 3 % anual. A pesar del discurso triunfalista, la economía seguía sin recuperar con solidez los niveles previos a la pandemia. El empleo se recuperó, sí, pero en condiciones de informalidad e inseguridad laboral.
Y ahora, los datos más recientes son aún más graves. De acuerdo con el IOAE del INEGI, la economía mexicana entró en recesión técnica a partir de diciembre de 2024. Ese mes, todas las actividades económicas cayeron. Las primarias se desplomaron -2.0 % mensual y -8.0 % anual. Las secundarias cayeron -1.4 % mensual, y las terciarias -0.8 %. En enero de 2025, el IOAE se contrajo aproximadamente -20.8 % mensual. Febrero y marzo fueron meses de estancamiento: el IGAE no creció y se mantuvo en terreno negativo.
Estamos hablando de tres meses consecutivos de caída o estancamiento real. Y lo más alarmante: ni el sector agrícola, ni la industria, ni los servicios muestran señales de recuperación. A pesar del discurso presidencial, el país vive un nuevo episodio de recesión sin política económica de contención.
Este no es un juicio ideológico, sino una conclusión basada en evidencia estadística verificable. El INEGI, institución que ha resistido los embates del poder, mantiene sus publicaciones con rigor técnico. Los datos están ahí, y son contundentes. El “humanismo mexicano” no ha sustituido al “modelo neoliberal”.
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