Mientras Donald Trump endurece su retórica contra el Partido Comunista Chino y apenas modula una tregua arancelaria con Pekín, Xi Jinping despliega su estrategia en otro frente: América Latina. No con sanciones, ni tropas, ni discursos de guerra fría, sino con yuanes, puentes y promesas de cooperación sin condiciones políticas.

Región Global | Beijing — Durante la cuarta reunión ministerial del Foro China-CELAC, celebrada esta semana en Beijing, el presidente Xi anunció una nueva línea de crédito por 10 mil millones de dólares en yuanes, dirigida a impulsar el desarrollo económico de los países latinoamericanos y caribeños. Es la primera vez que un programa financiero de esta envergadura, destinado a América Latina, se denomina completamente en moneda china.

El mensaje fue claro: menos dependencia del dólar, más autonomía financiera. Estos créditos en yuanes están diseñados para facilitar transacciones que evadan el sistema financiero dominado por Estados Unidos, reduciendo la exposición a sanciones y fortaleciendo el rol internacional del renminbi (la divisa de curso legal de la República Popular China y es emitida por el Banco Popular de China).

Además del financiamiento, Pekín presentó un paquete de cooperación en infraestructura, tecnología digital y comercio. Este “triángulo estratégico” apunta a reforzar la conectividad física y digital de América Latina con China, en sintonía con la Iniciativa de la Franja y la Ruta. En paralelo, más de 200 proyectos industriales y de infraestructura construidos por empresas chinas han generado más de un millón de empleos en la región, según cifras oficiales.

El caso de Colombia es ilustrativo: esta semana firmó un plan de cooperación para integrarse al Cinturón Económico de la Ruta de la Seda y la Ruta Marítima del Siglo XXI. De esta manera, América Latina se incorpora de lleno al tablero geoeconómico liderado por China, sin necesidad de firmar tratados militares ni alinearse con bloques de poder tradicionales.

Visado libre, tránsito libre: diplomacia de movilidad

Como parte del paquete de apertura estratégica, el gobierno chino anunció una política de exención de visado para ciudadanos de Brasil, Argentina, Chile, Perú y Uruguay, que entrará en vigor en junio de 2025. Por un año, los ciudadanos de estos países podrán entrar a China sin necesidad de visa por un máximo de 30 días.

“Queremos que más amigos latinoamericanos conozcan China con sus propios ojos”, declaró el portavoz del Ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Jian. En términos diplomáticos, esta medida representa una apertura sin precedentes hacia el hemisferio sur, basada en la movilidad, el contacto humano y la cooperación sin barreras.

En 2023, el comercio entre China y América Latina superó por primera vez los 500 mil millones de dólares, una cifra exponencial si se compara con los apenas 12 mil millones del año 2000. Pero lo más relevante no es la magnitud, sino la tendencia: China no solo es ya el primer socio comercial de muchos países latinoamericanos, sino su principal fuente de inversión en infraestructura y digitalización.

“Este modelo no impone condicionalidades políticas ni ajustes estructurales”, afirmaron representantes chinos en la cumbre. En contraste con los paquetes de ayuda de Occidente, la narrativa de Pekín se centra en consultas amplias, aportación conjunta y beneficio compartido.

La otra cara de la contienda EE.UU.-China

Mientras Trump revive la hostilidad arancelaria y ensaya una pausa táctica en Ginebra, China construye alianzas estratégicas duraderas en el sur del continente americano. La moneda ya no es solo un medio de pago, sino un vector de soberanía compartida. La infraestructura no es solo cemento, sino una red física y digital de interdependencia. Y la diplomacia no se basa en premios ni castigos, sino en una narrativa de respeto mutuo y desarrollo compartido. Este mundo no lo comprende Trump

América Latina, durante décadas relegada a ser “patio trasero”, se convierte hoy en un nodo estratégico en la arquitectura multipolar que China busca construir. El yuan, los créditos, los cables submarinos y los puentes ferroviarios cuentan una historia distinta a la de los misiles y los aranceles. Y en esa historia, China no impone: invita, aparentemente.

Región Global seguirá documentando esta reconfiguración, donde los caminos de la nueva geoeconomía no pasan solo por Washington o Pekín, sino por Bogotá, Lima, Buenos Aires y Santiago.