César Guzmán González y Carlos Amador Chavela no eran policías activos. Pero su conocimiento sobre inteligencia criminal y finanzas ilícitas los mantenía cerca del tema de la guerra contra el narcotráfico. La noche del viernes 16 de mayo, ambos fueron asesinados en una taquería de la colonia Residencial La Soledad, en Tlaquepaque, Jalisco, luego de impartir un curso especializado en combate al tráfico de drogas, incluido el fentanilo.
Tlaquepaque, Jal.- El ataque, ocurrido poco después de las 21:00 horas, dejó además a tres personas heridas, entre ellas el también instructor Pablo Cajigal del Ángel, exfuncionario de seguridad en Chihuahua, quien recibió nueve impactos de bala y fue trasladado de emergencia a un hospital en estado grave. Los agresores huyeron del lugar en un vehículo, sin que hasta el momento hayan sido identificados o detenidos.
La relevancia del caso va más allá del número de víctimas. Los tres instructores colaboraban con programas de capacitación auspiciados por la Oficina Internacional de Narcóticos y Aplicación de la Ley (INL) del Departamento de Estado de Estados Unidos, aunque no eran empleados activos al momento del ataque. Así lo confirmó el Consulado de EE. UU. en Guadalajara, que emitió un comunicado expresando sus condolencias y reconociendo el historial de cooperación de los fallecidos con la Embajada estadounidense en México.
Los cursos habían sido impartidos recientemente en la Universidad Policial de Jalisco, con un enfoque en inteligencia operativa y combate al tráfico de drogas sintéticas. Según fuentes estatales, los instructores no portaban armas a pesar de su experiencia y del entorno de riesgo en el que operaban.
La Fiscalía de Jalisco confirmó el ataque y abrió una carpeta de investigación, sin aportar hasta ahora detalles sobre el móvil ni posibles autores intelectuales. En una entidad donde el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) mantiene una hegemonía criminal reconocida por agencias nacionales e internacionales, el atentado genera múltiples interrogantes sobre los límites —o la complicidad— del Estado ante operaciones dirigidas contra expertos en seguridad.
La ejecución de Guzmán González y Amador Chavela ocurre en un contexto de presiones bilaterales por parte de Estados Unidos, particularmente en lo relativo al tráfico de fentanilo y armas. Su perfil técnico, su historial de colaboración con agencias norteamericanas y su reciente actividad académica los convierten en objetivos simbólicos de alto valor para grupos criminales que perciben la inteligencia como una amenaza directa a su operación.
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