
Después del descanso del domingo, me reuní con el subgerente general de Publicaciones Llergo, mi amigo Jesús Sotelo. Le comenté que había platicado con mi hermana —economista también, entonces jefa de un departamento en la Dirección General de Crédito Público de la SHCP— y que habíamos concluido que el peso mexicano podría sufrir una devaluación en cualquier momento. Le recomendé que comprara papel, pues en ese entonces se importaba de Finlandia.
Por la tarde, después de comer, le hice el mismo comentario al director general de Impacto, la revista. Se rió a carcajadas:
—¿Y cómo cuándo y de cuánto? —preguntó.
—Cuándo, no lo sé —le respondí—, pero podría superar los cinco pesos.
Cambiamos de tema. Al día siguiente, martes 20 de diciembre de 1994, me buscaba desde muy temprano. Su secretaria, Susy, me llamó:
—Dice el señor que en cuanto llegue, suba a la redacción.
Así lo hice. Al llegar, en el cubículo de la dirección editorial estaban, entre otros, Javier Ibarrola (QEPD), Moisés Sánchez Limón (gran periodista) y Enrique Sánchez Márquez (otro gigante del periodismo).
Juan me conminó:
—Lacho, platica lo que me comentaste ayer.
Y expuse el problema y las razones de la devaluación del peso. Javier Ibarrola, quien había sido director editorial de El Financiero, comentó:
—Que escriba el editorial.
Sudé frío. Sentí que no tenía el tamaño para escribir ante la mirada de periodistas tan respetados que, más que eso, eran intelectuales de cuerpo entero. Aun así, me senté. Iba lento y se impacientaban. Urgía saber por dónde abordaría Impacto el problema económico de México. Moisés notó mi nerviosismo.
—Díctame —me dijo, y se sentó a la computadora.
Una vez trazado el texto, lo corrigió, lo imprimió en papel bond y repartió una copia a cada uno de los presentes. Así, el llamado “error de diciembre” se convirtió en mi entrada al periodismo escrito —el único que me gusta y disfruto.
La revista cumplió con el análisis de lo que después se conocería como el "error de diciembre". Una semana más tarde, Juan me preguntó:
—Lacho, ¿y tu columna?
—¿Voy a seguir colaborando? —le respondí, incrédulo—. No soy periodista. ¿No importa?
—Lacho, tú no eres reportero. Tú eres columnista —me respondió.
“Qué generoso”, pensé. Y dije:
—Deme una hora y se la llevo a Don Javier Ibarrola.
Así comencé en este oficio. Y ahora, para quien tenga paciencia, aquí explico extensamente —no puede ser de otra forma— el tema del Fobaproa:
La economía mexicana experimentó una profunda crisis en 1994-1995, marcada por la abrupta devaluación del peso y una severa contracción del Producto Interno Bruto del orden de -6.2% en 1995.
El año 1994 se caracterizó inicialmente por una relativa estabilidad macroeconómica, con un crecimiento del PIB estimado en alrededor del 3.5%. Sin embargo, tensiones políticas internas y un permanente menoscabo de las finanzas públicas y fuga de capitales (principalmente en los últimos días de gobierno de Carlos Salinas de Gortari), comenzaron a generar incertidumbre.
El déficit fiscal no presentaba signos de alarma, alcanzando aproximadamente el 0.7% del PIB en 1994. La deuda pública se situaba en torno al 29% del PIB, con un componente creciente en moneda extranjera. La inflación se mantenía en alrededor del 7% anual. El tipo de cambio, anclado a una banda de flotación controlada, sufrió presión especulativa, manteniéndose alrededor de 3.1 pesos por dólar antes de la devaluación.
La situación se tornó crítica en diciembre de 1994. El 20 de diciembre de 1994 el Banco de México abandona la banda de flotación del peso, lo que lleva a una fuerte devaluación, el "Error de Diciembre" y en enero de 1995 la crisis se profundiza, con una fuerte fuga de capitales, aumento de las tasas de interés y una mayor depreciación del peso.
En 1995, el PIB se contrajo drásticamente en aproximadamente -6.2%. El déficit fiscal se elevó hasta cerca del 3.5% del PIB. La deuda pública alcanzó alrededor del 52% del PIB. La inflación llegó a un máximo de 52% anual. El tipo de cambio cerró el año en torno a los 6.4 pesos por dólar.
En febrero de 1995 se acuerda un paquete de rescate financiero internacional liderado por Estados Unidos y el Fondo Monetario Internacional (FMI) El gobierno implementó un severo programa de ajuste económico. Aunque estabilizó gradualmente la economía, tuvo un costo social significativo.
La economía se comportó así:
- PIB: 3.5% en 1994 a -6.2% en 1995
- Inflación: 7% a 52%
- Tipo de cambio: 3.1 a 6.4 pesos/dólar
- Déficit fiscal: 0.7% a 3.5% del PIB
- Deuda pública: 29% a 52% del PIB
En 1990, se creó el Fondo Bancario de Protección al Ahorro (Fobaproa). El Fobaproa comienza a utilizarse de manera significativa para apoyar a la banca mexicana ante la creciente cartera vencida y los problemas de liquidez derivados de la crisis. En septiembre de 1995 se establece el Acuerdo de Apoyo Inmediato a Deudores de la Banca (ADE) como un programa para aliviar la carga de los deudores ante el aumento de las tasas de interés y en mayo de 1996 se establece un programa complementario de apoyo para créditos hipotecarios.
De no haberse instrumentado el uso de Fobaproa, la crisis habría sido más severa. Las consecuencias podrían haber incluido:
- Pánico financiero y fuga de capitales
- Parálisis del crédito
- Presión sobre tasas de interés
- Espiral inflacionaria descontrolada
El Fobaproa inyectó liquidez y absorbió cartera problemática, evitando un colapso sistémico. Sin esa intervención, se habría disparado aún más el tipo de cambio, las tasas de interés y la inflación.
La inflación no funciona como interés compuesto fijo, pero para fines ilustrativos, aplico la fórmula:
$$P_n = P_0 (1 + r)^n$$
Con r = 0.52 y n = 5 años:
$$P_5 = 100 (1.52)^5 \approx 855.08$$
Esto implica que un producto de 100 pesos en 1995 podría haber costado 855.08 pesos en 2000, un aumento del 755%.
Ernesto Zedillo lo sabía y actuó con rigor, coordinando a las autoridades fiscales y monetarias.
A toro pasado es fácil caer en descalificaciones, pero no es lo mismo una descalificación sin argumentos que una discusión informada con un marco de referencia claro.
Reducir al Fobaproa a un rescate de élites ignora sus implicaciones sistémicas:
- Pequeños negocios estuvieron en riesgo de cierre por impago
- Pequeños ahorradores se enfrentaron al peligro de pérdida o inmovilización de depósitos
- Usuarios de tarjetas esteban al borde del colapso
- Familias con hipotecas enfrentaban el riesgo de perder sus viviendas
Al concluir su mandato en 2000, Zedillo dejó una economía con:
- PIB: crecimiento superior al 7%
- Déficit fiscal: 1% del PIB
- Reservas internacionales: 30 mil millones de dólares
- Inflación: descendiendo a 9%
- Tipo de cambio: estabilizado
- Deuda pública: 40% del PIB
Sin embargo, la carga fiscal del Fobaproa/IPAB persistía como un problema importante.
Las administraciones de Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012) se beneficiaron de un periodo de altos precios internacionales del petróleo, generando ingresos extraordinarios para el gobierno federal. Durante estos años, el precio promedio de la mezcla mexicana de exportación se mantuvo por encima de los 50 dólares por barril, alcanzando picos superiores a los 100 dólares por barril en algunos momentos.
Con estos ingresos extraordinarios, se podría haber implementado una estrategia más responsable para reducir la carga fiscal del IPAB. Por ejemplo, se podrían haber destinado recursos adicionales al pago de la deuda, reduciendo el monto total y los costos financieros asociados. Un cálculo aproximado me sugiere que, con una asignación anual de un porcentaje significativo de los ingresos petroleros extraordinarios (digamos, un 20%), se podría haber reducido la deuda del IPAB a menos de la mitad durante esos años y, en consecuencia, posteriormente.
En mi perspectiva Ernesto Zedillo fue un presidente (economista) que operó correctamente el manejo de la crisis que detonó en diciembre de 1994. Lo demás, cada quien que diga lo que quiera.
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