En enero de 2025, el índice de actividad industrial en Puebla subió de manera llamativa: pasó de 85.6 a 96.1 puntos (base 2018 = 100), un crecimiento mensual del 12.3%. A primera vista, podría interpretarse como el inicio de una recuperación tras un cierre catastrófico en diciembre. Pero el contexto nacional y la trayectoria reciente de la inversión productiva apuntan en otra dirección: no estamos ante un repunte sostenido, sino ante un rebote estadístico dentro de un ciclo estructural negativo.
Mexconomy - La correlación es evidente. La formación bruta de capital fijo nacional —principal indicador de inversión productiva— acumula siete meses consecutivos de deterioro. Entre junio de 2024 y febrero de 2025, el índice pasó de 113.0 a 107.3, con una variación anual negativa de -6.0% al cierre del periodo.
La industria poblana, lejos de resistir este ciclo, lo refleja con nitidez. Entre septiembre y diciembre de 2024, la actividad industrial cayó 19.2 puntos, una contracción de más del 18% en términos mensuales. El repunte de enero no alcanza a revertir esa caída. La lectura es clara: la industria en Puebla no lidera, reacciona.
Desde hace más de dos décadas, Puebla apostó su perfil industrial a un modelo automotriz exportador, altamente concentrado en pocos sectores y capitales. Esta estructura le dio dinamismo en años anteriores, pero hoy representa su mayor fragilidad. La falta de diversificación, la escasa inversión en tecnologías de producción limpia y la baja reinversión local la vuelven vulnerable frente a la caída nacional de inversión y a los cambios en las cadenas globales.
A esto se suma una señal de alerta más profunda: mientras estados como Nuevo León, Coahuila o Guanajuato han comenzado a captar inversión bajo el paraguas del nearshoring, Puebla no figura entre los destinos prioritarios. La entidad parece estancada en una fase madura y poco renovada de su ciclo industrial.
El incremento industrial de enero 2025 en Puebla es un dato aislado dentro de una secuencia descendente. Si se compara con enero de 2024, el índice apenas varía -0.3% a tasa anual. En contraste, el colapso de diciembre arrastró la producción a niveles no vistos en años. No hay recuperación sin inversión, y la inversión nacional continúa en picada.
Sin un plan estatal de reindustrialización, ni un entorno nacional que reactive la inversión productiva, Puebla corre el riesgo de ingresar en una trampa de estancamiento industrial. Su rebote de enero no es un punto de inflexión: es un espejismo.
Hasta ahora, ni el gobierno federal ni el estatal han articulado una estrategia para reposicionar a Puebla en el nuevo mapa productivo del país. La narrativa oficial sigue confiando en inercias pasadas y promesas del mercado global. Pero la transición industrial requiere planeación, inversión pública y visión tecnológica real. Nada de eso se percibe en el horizonte inmediato.
El modelo industrial de Puebla no está en crisis coyuntural: está en una fase avanzada de agotamiento estructural. Y si la inversión nacional no se reactiva, la caída de la industria poblana podría ser solo el comienzo de un deterioro más profundo.
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