Un día después de los ataques liderados por Estados Unidos contra tres instalaciones nucleares iraníes, el aparente éxito de la operación empieza a ser cuestionado. Aunque el presidente Donald Trump declaró que los sitios fueron "completa y totalmente destruidos", altos funcionarios del Pentágono han reconocido que es demasiado pronto para saber si Irán mantiene parte de su capacidad nuclear.

Washington / Teherán / Jerusalén — Los ataques, realizados ayer, impactaron las instalaciones de Fordo, Natanz e Isfahan, consideradas piezas clave del programa de enriquecimiento de uranio de Irán. Las armas empleadas incluyeron 75 municiones guiadas y 14 bombas de 30,000 libras tipo “bunker buster”, además de 24 misiles Tomahawk lanzados desde un submarino estadounidense en el Golfo Pérsico.

El general Dan Caine, jefe del Estado Mayor Conjunto, declaró este domingo por la mañana que las instalaciones sufrieron "daños severos y destrucción", pero también advirtió que una evaluación completa tomaría más tiempo. En contraste, Trump proclamó una victoria total sin matices. Esa discrepancia ha generado dudas sobre la transparencia del resultado militar y sus implicaciones estratégicas.

Un funcionario del gobierno estadounidense reconoció que la instalación de Fordo, una estructura subterránea fuertemente fortificada, no fue destruida, aunque resultó “gravemente dañada”. Por su parte, el asesor parlamentario iraní Mahdi Mohammadi aseguró que el sitio fue evacuado antes del ataque y que el daño “no es irreversible”. La Agencia Internacional de Energía Atómica confirmó que no se detectaron fugas de radiación en ninguno de los sitios afectados, lo que podría sugerir que el material sensible fue retirado o protegido con antelación.

Las dudas sobre la efectividad real del ataque han desviado el foco desde la potencia del arsenal estadounidense hacia su utilidad política. Mientras el vicepresidente J.D. Vance afirmó que "no estamos en guerra con Irán, sino con su programa nuclear", analistas señalan que los ataques podrían haber tenido más efecto simbólico que técnico, al no eliminar completamente la infraestructura iraní.

La respuesta de Teherán ha sido hasta ahora moderada pero firme. El canciller Abbas Araghchi denunció que EE. UU. saboteó la vía diplomática y advirtió que "Irán se reserva todas las opciones", sin precisar el tipo de represalia. No obstante, Irán ya ha lanzado misiles hacia Israel y mantiene un arsenal de cohetes y drones aún operativo.

La incertidumbre no solo es técnica, sino política. Mientras el Congreso estadounidense se divide entre republicanos que apoyan la operación y demócratas que la consideran inconstitucional, el Consejo de Seguridad de la ONU se prepara para una sesión de emergencia solicitada por Irán. En las calles de Israel y Teherán, la población espera nuevas rondas de ataques y teme una escalada regional.

La operación, presentada por Trump como un éxito rotundo, sigue rodeada de interrogantes. El verdadero resultado —estratégico, técnico y diplomático— aún está por definirse.