Los Ángeles despertó el domingo en un clima de tensa calma. En el centro de la ciudad, la presencia de soldados armados y camuflados de la 79.ª Brigada de Infantería de la Guardia Nacional de California marcaba un giro inquietante: por primera vez desde 1965, un presidente estadounidense activó a la Guardia Nacional de un estado sin la solicitud de su gobernador.
Los Ángeles, EE.UU. - La decisión de Donald Trump se justificó como un intento de controlar las protestas derivadas de las redadas migratorias en centros de trabajo, pero fue calificada de “intencionadamente incendiaria” por el gobernador Gavin Newsom.
La orden de Trump, emitida el sábado por la noche, permite a las tropas federales ayudar a agentes de inmigración y contener manifestaciones que, en algunos casos, incluyeron choques con la policía, uso de balas de goma y lanzamiento de piedras y cócteles molotov. Para algunos analistas, se trata de un ejercicio controvertido del poder federal, pues recurre a la autoridad del Título 10 del Código de Servicios Armados de EE.UU., que autoriza el despliegue en caso de “rebelión o peligro de rebelión contra la autoridad del Gobierno de los Estados Unidos”.
Según Elizabeth Goitein, directora del Programa de Libertad y Seguridad Nacional del Brennan Center for Justice, la última vez que un presidente federalizó a la Guardia Nacional sin el consentimiento estatal fue en 1965, cuando Lyndon B. Johnson envió tropas a Alabama para proteger a manifestantes de derechos civiles. “Lo que vemos hoy es un uso extraordinario del poder presidencial”, advirtió Goitein. La medida de Trump se da en un contexto en el que la administración endureció las políticas migratorias, con énfasis en redadas en centros de trabajo, como parte de una nueva fase de la ofensiva migratoria.
En Paramount, una pequeña ciudad al sureste de Los Ángeles con fuerte presencia de inmigrantes latinos, se registraron algunas de las protestas más intensas. Residentes y activistas denunciaron un clima de “cacería” que atiza el miedo y la desconfianza. “Esto no es seguridad, es intimidación”, comentó Elaina Angel, quien el domingo organizó a su familia para limpiar las calles tras las protestas, en las que se usaron gases lacrimógenos y proyectiles de goma.
La Unión Estadounidense por las Libertades Civiles (ACLU) condenó la decisión. Para Hina Shamsi, directora del Proyecto de Seguridad Nacional de la ACLU, “la orden es innecesaria, inflamatoria y un abuso de poder”. Señaló que la medida “pone en peligro a los angelinos y socava el principio democrático de que el ejército no debe vigilar a los civiles”.
El alcalde de Los Ángeles, Karen Bass, advirtió que la presencia de tropas no contribuirá a resolver el conflicto, mientras que el gobernador Newsom acusó al gobierno federal de querer un “espectáculo”. Por su parte, Bill Essayli, principal funcionario policial de la administración Trump en el sur de California, defendió la medida, alegando que las fuerzas del orden fueron atacadas con piedras y bombas molotov, y que era necesario proteger a los agentes de inmigración.
Las declaraciones del secretario de Defensa, Pete Hegseth, en redes sociales avivaron las tensiones al sugerir la posibilidad de movilizar a los Marines de la base de Camp Pendleton para reforzar la operación. Aunque técnicamente sólo el presidente puede desplegar tropas activas mediante la Insurrection Act, Hegseth aseguró que los Marines estaban “en alerta máxima” y listos para actuar “si fuera necesario”.
Newsom calificó estas amenazas como “comportamiento desquiciado”, evocando el fantasma de una militarización más agresiva. Cabe recordar que en 1992, tras las revueltas de Rodney King, el entonces gobernador de California pidió formalmente al presidente George Bush padre el envío de Marines. Esta vez, la intervención federal ocurre a pesar de la oposición estatal.
Mientras las tropas se desplegaban en Los Ángeles, Trump asistía a un evento de la UFC en Nueva Jersey junto a Dana White, su aliado y director de la liga de artes marciales mixtas. El contraste entre la tensión social y la presencia presidencial en el espectáculo deportivo no pasó desapercibido. Este domingo, el presidente se encontraba en su club de golf en Bedminster y, según la Casa Blanca, planeaba trasladarse a Camp David para reunirse con su equipo de seguridad nacional.
Mientras tanto, en Los Ángeles, las protestas continúan. A las 14:00 horas de este domingo, se había convocado una manifestación frente al Ayuntamiento para protestar contra las redadas migratorias y la militarización de la ciudad.
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