La “reestructuración” de Pemex es un mito conveniente, una cortina de humo para encubrir la captura política de la empresa más endeudada del mundo, mientras México sigue pagando el precio de una administración que repite las peores prácticas de los regímenes que prometió enterrar.

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Pemex está quebrada, y lo está en todos los sentidos: financieramente, moralmente, políticamente. Lo que se presenta como reestructura no es otra cosa que un reacomodo de piezas y lealtades sexenales, mientras la caída en la producción, las deudas impagadas a proveedores y la opacidad en las finanzas se profundizan sin un plan de rescate real a la vista.

El caso de Jorge Antonio Cano Félix ilustra todo lo anterior y vale más que mil comunicados desde Palacio Nacional. El yerno del gobernador Rubén Rocha Moya se presentó el 28 de abril en las oficinas centrales de Pemex, acompañado por Marcela Villegas Silva, directora corporativa de Administración y Servicios, para asumir como nuevo subdirector de Tecnologías de la Información. Fue presentado al suplente, Marco Antonio Pinto, como su nuevo jefe, y en la primera reunión con coordinadores, Cano no tuvo reparo en decirlo:

“Soy amigo cercano de la presidenta Claudia Sheinbaum, quien me dio el puesto directamente”.

De Sinaloa a Marina Nacional en la Ciudad de México, corren rumores tan pesados como maletas llenas de lo que usted quiera y piense. Felix Cano fue en la campaña de 2024, uno de los “puentes” con Sinaloa. Lo sabe Rocha Moya y faltaba más, ya sabe quienes.

¿Cuáles son sus méritos? Ser yerno de Rocha Moya, tener vínculos con el actual equipo de Sheinbaum, y un daño patrimonial comprobado durante su gestión en el ISSSTE. Eso no lo detuvo. Como tampoco importó que en Pemex se esté despidiendo personal técnico de confianza para abrir espacio a recomendados políticos. Así que Pemex no vive una reestructuración. Lo que sucede en la paraestatal no es una limpia de corrupción; es una limpia de quienes no son de “su gente”.

No es un caso aislado: es la estrategia de fondo. Mientras se promete “rescatar” Pemex, la empresa está siendo utilizada como botín de poder, pieza a pieza, subdirección por subdirección, para consolidar estructuras de lealtad política en una paraestatal que maneja miles de millones de pesos y contratos estratégicos, ahora blindados con el candado de la opacidad por años, lejos del escrutinio público.

Todo mientras la producción sigue cayendo, de los 1.7 millones de barriles diarios que recibió López Obrador a los 1.5 millones actuales. También, a pesar de inversiones millonarias y adquisiciones como Deer Park, que lejos de generar utilidades ya acumula pérdidas, mientras se utiliza para maniobras fiscales y para subsidiar combustibles a Cuba. ¿Qué podría salir mal? Pemex acumula 500 mil millones de pesos en deudas con proveedores a quienes no puede ni quiere pagar, ahorcando a empresas que quiebran o inflan costos con intereses retroactivos, perpetuando el círculo de corrupción interna.

Dos Bocas, que terminó costando casi tres veces más de lo proyectado, se presume falsamente como la “solución” para la autosuficiencia energética. Sin embargo, en voz baja ya se habla de esquemas de “sale and lease back”: vender la refinería a un tercero y rentarla de regreso, perdiendo la propiedad y, con ella, el dinero del pueblo.

La paradoja no puede ser más brutal: Andrés Manuel López Obrador construyó su carrera lucrando políticamente con Pemex y oponiéndose a la privatización. Pero, ¡oh, sorpresa!, prepárese: ya hay planes para declarar a Pemex en quiebra y entregarla al bróker más grande del mundo, ese que sexenio tras sexenio ha amasado poder y riqueza sirviéndose de México desde los tiempos de Carlos Salinas de Gortari.

Lo que antes se llamaba “privatización neoliberal” ahora se prepara con un nuevo disfraz: el “rescate patriótico”. Y si usted sospecha que el gran beneficiado puede ser un hombre ya cansado del negocio de la telefonía, es pura coincidencia. O tal vez lo crea porque el también constructor y financiero, ha ido tomando control de sectores estratégicos de la energía mexicana, pieza por pieza, mientras se simula un rescate que en realidad solo cambiará de manos la renta petrolera del país.

En lo que preparan la declaratoria de quiebra de Pemex, que el yerno de Rocha Moya siga haciendo de las suyas. De alguna manera tiene que regresar a Sinaloa, con algunas maletas de esas que traía personalmente a la Ciudad de México.