
Cuando creíamos haberlo visto todo, llega Lizeth Sánchez García a recordarnos que en Puebla no hay narcoalcaldes y que los políticos nunca se equivocan. Sólo hay pueblos equivocados
Con la frescura de quien no carga culpas, la dirigente estatal del PT soltó la joya:
El alcalde ganó, la gente votó por él, toda la gente que votó por él se equivocó… de persona…
¡Qué desliz el de Liz! Así, sin despeinarse, exoneró a su partido de haber impulsado como candidato a Gerardo Cortés Caballero, hoy prófugo tras cateos donde se hallaron drogas, armas y vehículos en propiedades familiares.
Para la senadora petista es más fácil culpar a los ciudadanos de Cuautempan que reconocer que en el PT las “encuestas internas” suelen ser coartadas de impunidad y reparto de cuotas, disfrazadas de democracia popular.
¿Quién eligió al narcoalcalde? Según Liz, “el pueblo”. ¿Quién lo postuló? Mejor no pregunten. ¿Quién se equivocó? “El pueblo”, según ella. ¿Y la dirigencia del PT? Absolutamente inocente, faltaba más.
El “desliz” de Liz desnuda el cinismo con el que se maneja la política en el PT: si el candidato resulta presunto criminal, es culpa del votante por “elegir mal”. Si funciona para jalar recursos o votos, se le protege hasta que truene. Y cuando truena, la dirigencia mira a otro lado y pide a la Fiscalía que se haga cargo. ¡Qué elegancia la de Francia!
No, Liz, no fue el pueblo el que se equivocó. Se equivocaron quienes postulan sin escrutinio, quienes convierten el poder en negocio familiar, quienes normalizan que diputados, alcaldes y senadores usen el fuero como blindaje mientras fortalecen sus otros intereses.
Que quede claro: se equivocan todos los días quienes quieren vendernos la idea de que la culpa es nuestra.
El “desliz” de Liz no fue un error: fue una confesión de cómo opera el poder.
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