🚌🔥 El presidente municipal de Cuyoaco, Iván Camacho Romero, fue captado nuevamente encarando con violencia a un chofer de ADO en plena carretera y de noche. Descendió de su camioneta de lujo, bloqueó el paso y lanzó amenazas, escoltado por sus guaruras y su pareja.
Puebla de Zaragoza, Pue. — La escena parece salida de una parodia, pero ocurrió en una carretera de Puebla: el alcalde de Cuyoaco, Iván Camacho Romero, descendió furioso de su camioneta GMC Denali blanca para enfrentar y bloquear a un chofer de ADO. El video, grabado por testigos y difundido ampliamente en redes sociales, muestra al edil alzando la voz y exigiendo que “se ponga al pedo” al conductor, mientras sus escoltas y su pareja lo acompañan con actitud agresiva.
El hecho provocó indignación ciudadana no sólo por el abuso de poder, sino por el tono clasista y amenazante del funcionario. Testigos relataron que el alcalde cerró el paso al autobús de forma deliberada, descendió con actitud intimidante y reprochó airadamente al conductor por una supuesta maniobra vial. Sus escoltas mantuvieron una presencia hostil y su pareja, apodada ya en redes como “la Florinda Meza de Cuyoaco”, reforzó la confrontación con gestos y señalamientos.
Pero este no es un caso aislado. El mismo alcalde fue grabado amenazando a empleados de una tienda en Angelópolis, exigiendo un reembolso. Allí, también se mostró agresivo, lanzó frases como:
no saben con quién se están metiendo
y permitió que sus escoltas sugirieran “levantar” a los trabajadores. En ambas ocasiones, la constante fue el uso del poder como herramienta de intimidación.
El gobernador Alejandro Armenta reaccionó con un llamado general a los ediles:
No somos virreyes, somos servidores públicos.
Sin embargo, el mensaje suena hueco cuando no hay consecuencias ni sanciones visibles. Las cámaras no mienten: Camacho actúa con total libertad, respaldado por su partido y sin contrapesos institucionales.
Lo más preocupante no es el lenguaje altanero ni los desplantes públicos. Es que este patrón de conducta se repite sin consecuencias en muchas alcaldías poblanas, donde el poder se convierte en espectáculo y el abuso en rutina. La pregunta de fondo no es cuántos videos más se viralizarán, sino cuántos actos similares ocurren fuera de cámara en los municipios donde la ciudadanía carece de voz o de celular para grabar.
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