Un año después de la captura de Ismael “El Mayo” Zambada en Estados Unidos, Sinaloa vive casi cinco asesinatos diarios, desplazamientos forzados y una economía detenida por la violencia. Mientras Claudia Sheinbaum promete pacificar, las balaceras y los cobros de piso marcan la vida diaria.
RG Revista — El 25 de julio de 2024, “El Mayo” y Joaquín Guzmán López fueron entregados a Estados Unidos. Esto derivó en 1,628 homicidios en 11 meses, con pueblos sitiados y carreteras controladas por el crimen.
Sheinbaum asegura que hay estrategia, pero la captura del capo rompió la alianza entre clanes, provocando una guerra sin control. Las escuchas judiciales confirman que “El Mayo” imponía disciplina y limitaba la violencia que hoy se desborda.
El gobierno mexicano exigió transparencia a Estados Unidos sobre la captura, mientras Washington ignora las peticiones. EU obtiene informantes; México suma muertos.
La Fiscalía General de la República abrió investigaciones por traición a la patria contra Guzmán López, mientras los hijos de “El Chapo” negocian culpabilidades con fiscales de Estados Unidos. Allá se cierran casos; aquí se multiplican las tumbas.
El abogado de Ovidio Guzmán, Jeffrey Lichtman, acusó a Sheinbaum de ser “brazo de relaciones públicas del cártel”. Ella respondió: “Yo no hablo con abogados de narcotraficantes ni con narcotraficantes”, y anunció una demanda por difamación.
La “pacificación” se contradice con la realidad: extorsiones, escuelas vacías y comunidades viviendo entre disparos. Sin reconstrucción institucional, la captura de un capo no destruye al narco, solo abre nuevos espacios a la violencia.
Mientras se sigan midiendo resultados en capos extraditados y no en comunidades seguras, la pacificación seguirá siendo una palabra vacía. Sinaloa, otro año más, sigue sangrando.
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