Aunque las cifras del segundo trimestre de 2025 muestran a 2.99 millones de poblanos ocupados, un análisis a fondo revela que la estabilidad aparente esconde una crisis laboral marcada por informalidad, bajos ingresos y desindustrialización.

Puebla de Zaragoza, Pue. (Mexconomy) — En Puebla, la ilusión de un mercado laboral estable se derrite ante los indicadores de informalidad y precariedad. La Encuesta Nacional de Ocupación y Empleo (ENOE) señala que el 71.1% de los trabajadores se desempeña en condiciones informales, un aumento de 1.4 puntos porcentuales respecto al año anterior. Esto significa que más de dos millones de personas carecen de acceso a seguridad social, prestaciones y estabilidad, quedando expuestas a riesgos económicos y sanitarios. La informalidad no es solo un problema estadístico: refleja la incapacidad de la economía poblana para generar empleo formal de calidad, consolidando un círculo de vulnerabilidad laboral que afecta a hombres y mujeres por igual, aunque con un sesgo femenino: 72.7% de las trabajadoras frente a 69.9% de los hombres están atrapadas en empleos informales.

El panorama salarial refuerza esta preocupación. Más de la mitad de los trabajadores poblanos (51.2%, equivalente a 1.53 millones) percibe ingresos de hasta un salario mínimo, aproximadamente $207.44 diarios. Aunque hubo una ligera reducción respecto al año anterior, estas cifras siguen siendo estructuralmente insuficientes, manteniendo a amplios sectores en la pobreza laboral y limitando su poder adquisitivo, lo que frena el dinamismo del consumo interno y la acumulación de capital humano.

La desigualdad de ingresos es también alarmante. Apenas 1.5% de los trabajadores supera los tres salarios mínimos, un reflejo de la concentración de riqueza y de la precariedad sistémica que caracteriza al estado. Esta polarización económica no solo amenaza la cohesión social, sino que evidencia la falta de políticas públicas efectivas para promover empleos bien remunerados y sostenibles.

El desempleo, aunque aún moderado, muestra señales de fragilidad. La tasa de desocupación pasó de 2.3% a 2.9% en un año, sumando 18,552 personas sin empleo. Los hombres resultan más afectados, especialmente en sectores tradicionales como la construcción y la industria, donde la desocupación creció de 2.5% a 3.4%. Esta tendencia indica un mercado laboral presionado y un incremento de la población económicamente activa disponible, factores que podrían profundizar la precarización si no se implementan medidas correctivas.

La desindustrialización es otro síntoma de la debilidad estructural. El sector manufacturero perdió 47,582 empleos y la construcción 30,419, mientras que los servicios de baja productividad, especialmente el comercio informal, absorben gran parte del crecimiento laboral con 90,444 nuevos empleos. Este fenómeno evidencia una terciarización de baja calidad que disminuye la competitividad de Puebla y aumenta su dependencia de sectores vulnerables a crisis económicas externas.

En este contexto, las condiciones de ocupación siguen siendo críticas. A pesar de una ligera mejora en la Tasa de Condiciones Críticas de Ocupación, 41.2% de los trabajadores enfrenta jornadas insuficientes o excesivamente largas y salarios bajos, con 28.4% laborando más de 48 horas semanales por necesidad económica. La precariedad laboral no es anecdótica: refleja un mercado incapaz de generar empleos dignos y sostenibles.

La estructura del mercado laboral también muestra fragmentación. La mayoría de los empleos no agropecuarios (60.3%) se concentra en micronegocios de subsistencia, mientras que solo un 6% pertenece a grandes establecimientos. Esta atomización limita la productividad agregada, hace más vulnerables a los trabajadores ante choques externos y restringe la movilidad social y el desarrollo empresarial.

El factor de género agrava la problemática. La participación femenina apenas alcanza el 47.4%, frente al 76.9% masculina, evidenciando la subutilización de un importante capital humano. La exclusión económica de las mujeres no solo genera dependencia y vulnerabilidad familiar, sino que también limita la innovación y la competitividad del estado.

El empleo en Puebla muestra un espejismo de estabilidad. Detrás de los números se esconde un mercado laboral fragmentado, desigual y precario. La resolución de estos problemas no es solo económica, sino también social y política, y requiere una estrategia integral que transforme la realidad estructural del estado.

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