La obra insignia de la 4T avanza con estaciones fantasma, boletos caros, horarios inservibles y caídas de ocupación hotelera en la Riviera Maya. Entre selva mutilada y millones invertidos, el Tren Maya deja a sus pasajeros varados… o los manda a completar su viaje en combi.

InfoStockMx — A medio año de su puesta en marcha, el Tren Maya exhibe lo que sus promotores negaban: estaciones vacías, trayectos que duplican el tiempo de los autobuses, percances en vía y costos que excluyen a las comunidades que prometió unir. El silbido de la locomotora fabricada por Alstom retumba en estaciones solitarias mientras en la Riviera Maya, el mayor corredor turístico del país, la ocupación hotelera se hunde por debajo del 59%, una de las cifras más bajas en su historia reciente.

El 19 de agosto, un incidente en la estación Izamal volvió a encender las alarmas. El general Óscar David Lozano Águila, director del Tren, insiste en que no fue descarrilamiento, aunque es el tercero desde enero de 2024. Mientras tanto, los pasajeros siguen padeciendo el suplicio de un transporte que ni conecta ni ahorra tiempo.

La promesa era unir a Cancún con Playa del Carmen en menos de una hora. El resultado: tres corridas diarias en pleno verano, ninguna pensada para trabajadores, ninguna directa a zonas turísticas clave. Un trayecto entre Playa y Mérida puede consumir más de ocho horas con transbordos y esperas, contra las cuatro horas de los autobuses ADO. En Cancún Aeropuerto y Playa del Carmen, las terminales parecen bodegas abandonadas: locales vacíos, pasillos en eco y comerciantes que temen perder el empleo.

Las contradicciones abundan. Una torta de cochinita pibil a 130 pesos, casi al triple de su precio popular, evidencia que el proyecto nunca pensó en los bolsillos locales. En Nuevo Xcán, comunidad maya de 5 mil 782 habitantes, nadie sube ni baja. Prefieren seguir viajando en combis rumbo a Holbox. Y en Chichén Itzá, el sitio arqueológico más visitado de México, la estación está lejos, en obra negra y sin pasajeros: torniquetes sin estrenar, bancas sin desempacar, souvenirs baratos donde debería haber identidad cultural.

Los relatos de los pasajeros reflejan la paradoja: turistas que esperan horas en la estación Teya para conectar con el IE-Tram de Mérida, usuarios que gastan más en Uber que en el boleto, estudiantes que eligen el tren sólo porque ahí no obligan a anestesiar a sus mascotas. El viaje termina siendo más caro y más largo. Algunos, resignados, bajan del vagón para tomar una combi o un mototaxi.

Mientras tanto, la inversión ya roza los 470 mil 428 millones de pesos, casi cien veces el presupuesto anual de Playa del Carmen. El contraste es brutal: estaciones desiertas y hoteles vacíos contra una narrativa de modernidad. El propio Toni Chaves, presidente de la Asociación de Hoteles de la Riviera Maya, admite que el proyecto “no ha madurado” y que dependerá de la promoción que hagan los militares.

Los descarrilamientos, los robos de material durante la construcción del Tramo 5, los tramos de selva talada y los horarios imposibles han convertido al Tren Maya en un símbolo de lo que no debía pasar: la gran promesa de la 4T convertida en estaciones fantasma, viajes interminables y pasajeros varados que terminan completando su ruta en combi.

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