En su Primer Informe de Gobierno, la presidenta Claudia Sheinbaum enfrenta el balance de un año marcado por presiones internacionales, conflictos internos en Morena, legados de sexenios anteriores y un panorama de violencia que, pese a algunos avances, sigue mostrando heridas profundas.
Región Global — Este 1 de septiembre de 2025, la Mandataria se presenta ante el país para rendir cuentas de su primer año de gestión. Un año en el que la política exterior, la administración interna de su partido y la herencia económica y social de gobiernos previos han delineado un escenario complicado, donde los logros y los pendientes conviven en un equilibrio delicado.
El contexto internacional ha sido particularmente complejo. La relación con Estados Unidos ha estado marcada por una constante presión de su presidente, Donald Trump. Durante estos primeros siete meses, México ha enfrentado medidas que van desde aranceles a productos estratégicos, como jitomate y ganado, hasta tensiones sobre cuotas de agua y políticas migratorias que afectaron la recepción de remesas y la movilidad laboral. Más allá de las políticas comerciales y migratorias, incluso la posibilidad de un despliegue militar estadounidense en territorio mexicano se convirtió en un tema de confrontación pública. En este marco, la estrategia de moderación de Sheinbaum ha buscado equilibrar la defensa de la soberanía con la necesidad de mantener canales de cooperación abiertos, una política que, hasta ahora, muestra resultados mixtos: reducción parcial de homicidios y cooperación en la extradición de criminales, aunque con cuestionamientos sobre procedimientos y transparencia.
En el ámbito interno, la presidenta ha tenido que lidiar con los excesos y la fragmentación de Morena. Tras la hegemonía de López Obrador, las tensiones internas del partido se han manifestado en confrontaciones públicas, campañas adelantadas y casos de opulencia que contravienen los principios de austeridad y ética que Sheinbaum ha promovido desde Palacio Nacional. La lectura de su carta en la VI Sesión Ordinaria del Consejo Nacional de Morena, donde exhortó a evitar lujos, nepotismo y complacencia, evidencia la dificultad de ejercer control sobre un partido que ha transitado de un liderazgo centralizado a un escenario más disperso y conflictivo.
La herencia del sexenio anterior pesa como un lastre. La presidenta recibió un país con problemas de seguridad no resueltos, un sistema de salud con carencias persistentes y empresas públicas con pasivos millonarios, como Pemex y sus 400 mil millones de pesos en adeudos a proveedores y 88 mil millones de dólares en pasivos financieros proyectados para 2025. Proyectos emblemáticos de infraestructura, como el Tren Maya y la Refinería de Dos Bocas, requieren subsidios multimillonarios y aún enfrentan retos de operación y eficiencia. En el caso del Tren Maya, la relación entre ingresos propios y subsidio revela un gasto público desproporcionado: por cada peso generado, el erario aporta más de 108, lo que expone la fragilidad financiera de la obra y la necesidad de un plan de viabilidad a largo plazo.
En materia social, la reducción de la pobreza, de 36.3% en 2022 a 29.6% en 2024, es un logro tangible, aunque persisten desafíos graves en servicios de salud, con 44.5 millones de personas todavía sin atención médica adecuada. La contradicción entre avances económicos y carencias sociales refleja la complejidad de un país donde los indicadores positivos conviven con brechas estructurales profundas.
La seguridad pública sigue siendo un terreno de contrastes. La administración reporta una disminución de homicidios dolosos de hasta 25% respecto al último periodo de López Obrador, concentrados principalmente en siete estados: Guanajuato, Chihuahua, Sinaloa, Baja California, Estado de México, Guerrero y Michoacán. Sin embargo, otros delitos, como la extorsión, aumentaron 25.4% entre 2019 y julio de 2025, mientras que el huachicol fiscal y el contrabando de combustibles evidencian redes de complicidad que escapan al control del Estado. Los avances en ciertos rubros no ocultan la persistencia de la impunidad y la necesidad de estrategias más integrales.
El Primer Informe de Sheinbaum se desarrolla en este complejo entramado: la presión de una potencia extranjera, las contradicciones internas de su partido, la herencia de proyectos estructuralmente débiles y la violencia que sigue golpeando a la ciudadanía. La presidenta, primera mujer electa para ocupar la Jefatura del Ejecutivo, ha logrado mantener un perfil de moderación y búsqueda de consenso, pero los desafíos técnicos, sociales y políticos de los compromisos asumidos —de los cuales muchos aún están en proceso— muestran que el camino hacia una administración consolidada será largo y lleno de tensiones.
En esta primera rendición de cuentas, más allá de los discursos, los datos y las cifras, se impone una pregunta central: ¿podrá Sheinbaum transformar los avances parciales en soluciones, tanto para la seguridad como para la economía y los servicios públicos, mientras mantiene el equilibrio entre las presiones externas y las fracturas internas de Morena? La respuesta marcará no solo la evaluación de su primer año, sino la capacidad de su gobierno para sostenerse y consolidar un proyecto de país que, hasta ahora, navega entre logros parciales y desafíos persistentes.
0 Comentarios