Desde hace más de una década, la violencia y el control criminal han convertido al Valle de Apatzingán en el epicentro de una industria agrícola secuestrada. Más de 30 limoneros, empacadores y líderes del sector han sido asesinados por resistirse a las cuotas y al dominio del crimen organizado que hoy regula hasta el precio del cítrico.
Apatzingán, Michoacán. — En Tierra Caliente, el crimen organizado ha extendido su control desde las huertas hasta los empaques de limón. De acuerdo con reportes locales, al menos 30 productores, jornaleros y líderes citrícolas han sido asesinados desde 2013 por oponerse a las cuotas impuestas por los cárteles que operan en el Valle de Apatzingán.
La extorsión, conocida como “cobro de piso”, ha evolucionado hacia un modelo de control total de la cadena productiva: fijación de precios, manejo de asociaciones de productores y control del transporte del cítrico. En 2024 fue asesinado José Luis Aguiñaga Escalera, y un año antes cayó Hipólito Mora, ambos líderes de resistencia que denunciaron el sometimiento del sector agrícola michoacano, responsable del 31% de la producción nacional de limón.
El caso más reciente estremeció al gremio: el homicidio de Bernardo Bravo Manríquez, presidente de la Asociación de Citricultores del Valle de Apatzingán (ACVA), quien fue ejecutado tras denunciar la infiltración criminal en la administración del organismo. Su muerte paralizó temporalmente los cortes en más de 8 mil hectáreas de cultivo en los municipios de Apatzingán, Buenavista y Múgica, provocando pérdidas millonarias y un éxodo de jornaleros hacia Colima y Jalisco.
El primer gran golpe ocurrió en 2013, cuando 14 limoneros fueron emboscados al regresar de una protesta contra los cobros de piso. Desde entonces, el crimen tomó el control de los cortes, la comercialización y el transporte del producto, consolidando un dominio que ha sobrevivido gobiernos y operativos federales.
Entre 2024 y 2025 la violencia volvió a repuntar con los asesinatos de Aguiñaga Escalera y Rogelio Escobedo Peñaloza, ambos vinculados a denuncias contra las cuotas impuestas por los grupos “Los Viagras” y “Los Blancos de Troya”, liderados por “El Gordo Santana”.
Fuentes federales identifican a tres líderes del cártel Michoacán Nueva Generación como los presuntos responsables del asesinato de Bravo Manríquez: César Alejandro Sepúlveda Arellano (“El Botox”), Andrés Alejandro Sepúlveda Álvarez (“Jandos” o “La Fresa”) y Ricardo Madrigal Ávalos (“El Barbas”), este último señalado como dirigente del cártel de La Virgen. Todos cuentan con órdenes de aprehensión y recompensas por su captura.
A pesar del riesgo, los huertos siguen activos, ahora bajo el control de células que cobran cuotas, fijan precios y utilizan los cargamentos como fachada para el tráfico de drogas y armas. En los últimos 13 años, ninguno de los asesinatos ha sido plenamente esclarecido. Sólo en el caso de Bravo existe un detenido, presuntamente vinculado con la red de extorsión que domina la región.
En el Valle de Apatzingán, el limón se cultiva bajo amenaza: entre el aroma del cítrico y el olor a pólvora, una economía entera sobrevive entre la sumisión y la muerte.

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