Francisco Pineda Pérez, conocido en el ambiente sonidero como “Medio Metro de Puebla”, fue hallado sin vida con signos de violencia en la junta auxiliar de San Sebastián de Aparicio. Su madre exige justicia, pero dice perdonar a los responsables: “Me quitaron carne de mi carne”.
Puebla de Zaragoza, Pue. — El cuerpo de Francisco Pineda Pérez, originario del barrio de Analco y popularmente conocido como “Medio Metro”, fue velado entre aplausos, lágrimas y dolor en su natal Puebla. Familiares, amigos y miembros del gremio sonidero lo despidieron en el Panteón Municipal, recordando su alegría, su carisma y su manera única de bailar.
Su madre, visiblemente afectada, pidió justicia por la muerte de su hijo y criticó a quienes —según dijo— han querido sacar provecho de su nombre y su tragedia. “Era bien chambeador, trabajaba sus gelatinitas. Desde niño se subía a los camiones. A los que le hicieron eso los perdono y les mando bendiciones, nada más pido que no quede así”, expresó con voz quebrada.
El llamado “Medio Metro de Puebla” no murió por accidente, como se especuló inicialmente. La Fiscalía General del Estado confirmó que fue víctima de un impacto con arma de fuego en la cabeza. El cuerpo fue hallado boca arriba, con las manos extendidas, en un canal de riego de San Sebastián de Aparicio. A su alrededor, paramédicos y policías acordonaron la zona mientras se realizaban las primeras diligencias.
Los resultados preliminares de la necropsia descartaron por completo la versión de un atropellamiento. La fiscal titular informó que las investigaciones siguen abiertas y que aún no se cuenta con una línea de investigación específica. Mientras tanto, la comunidad sonidera de Puebla lamenta la pérdida de uno de sus integrantes más queridos y exige que se esclarezcan los hechos.
Durante años, Francisco Pineda fue reconocido por su estilo, su energía en las pistas de baile y su cercanía con la gente. “Era puro corazón, siempre alegre, siempre con su música”, dijo uno de sus compañeros del ambiente sonidero. Hoy, el gremio lo recuerda con respeto y exige que su muerte no quede impune.
En Analco, su barrio, su nombre se convirtió en símbolo de esfuerzo y alegría popular. En Puebla, su ausencia deja un eco: el de un hombre que encontró en el baile una forma de vida, y en la calle, un escenario permanente. Ahora, la justicia tiene la palabra.

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