Mientras la Secretaría de Hacienda insiste en que la economía mexicana se encuentra en expansión, los datos más recientes del INEGI y el análisis de Mexconomy apuntan con precisión a una recesión técnica, marcada por una contracción sostenida del Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) y un desplome en el IOAE. La brecha entre el discurso y la evidencia se amplía.
Mexconomy - El gobierno mexicano, representado por el titular de Hacienda, Édgar Amador Zamora, ha planteado una narrativa de estabilidad y crecimiento para la economía nacional, a pesar del contexto internacional adverso y los indicadores internos que cuentan otra historia. En conferencia de prensa, Amador afirmó que “el escenario base no es de recesión”, mientras que su equipo técnico apuntó que el segundo trimestre será clave para confirmar los efectos de la política arancelaria estadounidense encabezada por el presidente Donald Trump.
Las cifras oficiales, sin embargo, contrastan con los signos estructurales de deterioro. El crecimiento del PIB del primer trimestre, reportado por el INEGI como un débil 0.2 %, y la estimación optimista de la SHCP —entre 1.5 % y 2.3 % para fin de año— parecen responder más a una estrategia de contención del ánimo inversor que a una evaluación realista del entorno económico.
Por el contrario, el análisis publicado por Mexconomy se apoya en evidencia dura y reciente. A través del seguimiento al Indicador Global de la Actividad Económica (IGAE) y el Indicador Oportuno de la Actividad Económica (IOAE), se documenta una caída consecutiva en la actividad productiva desde diciembre de 2024, con un desplome inusual en enero de 2025 y un estancamiento confirmado en marzo. Conforme a los criterios estándar, el país ya cumple las condiciones para declarar una recesión técnica.
El secretario Amador ha destacado la salud de las finanzas públicas y el incremento en la recaudación fiscal del SAT (17.8 % anual), así como la contención del endeudamiento público en 49.2 % del PIB. Estos elementos, aunque relevantes, no bastan para ocultar el deterioro del entorno económico general ni para desmentir la pérdida de dinamismo que afecta tanto al sector industrial como al de servicios.
En su análisis, Banamex coincide en que la actividad se mantendrá débil en lo que resta del año, mientras que expertos como Gabriela Siller advierten que el vínculo económico con Estados Unidos —país que ya mostró una contracción de -0.3 % en su PIB— podría arrastrar a México a una recesión más profunda.
En este contexto, el optimismo oficial no sólo parece infundado, sino también contraproducente. Minimizar el alcance de una contracción sostenida erosiona la credibilidad de las instituciones económicas y limita la capacidad de respuesta oportuna ante un escenario que, lejos de ser coyuntural, muestra signos de ser estructural.
Mexconomy acierta al subrayar que no se trata de alarmismo, sino de una lectura técnica sustentada en datos oficiales. La economía mexicana no se encuentra en expansión; se encuentra en una fase de contracción que exige respuestas claras, diagnósticos precisos y una política económica ajustada a la realidad, no a la retórica.
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