El presidente de EE.UU. ha comenzado a desmontar parte de su agresiva política comercial. Las nuevas exenciones arancelarias a la industria automotriz evidencian una preocupación creciente en la Casa Blanca por el daño económico interno que han causado sus propias decisiones.
Mexconomy - La guerra comercial de Donald Trump empieza a devorarse a sí misma. Este martes, el presidente firmó desde el Air Force One dos órdenes ejecutivas que suavizan algunos de los aranceles impuestos a la industria automotriz. En una decisión que implica un viraje táctico, el gobierno busca aliviar la presión fiscal que él mismo había impuesto a fabricantes como Ford y General Motors, quienes advirtieron que tales gravámenes podían destruir su rentabilidad.
La medida modifica las reglas para que los fabricantes que ya enfrentan un arancel del 25% por importar vehículos no sufran, además, penalizaciones adicionales por componentes esenciales como acero, aluminio o piezas procedentes de Canadá y México. Sin embargo, la letra pequeña de las órdenes firmadas no exime a las automotrices de los costos indirectos que sus proveedores ya enfrentan y que terminan por transferirse en cascada.
Las empresas podrán ahora acceder a una desgravación parcial en el costo de sus piezas importadas, aunque este beneficio será temporal y se desvanecerá progresivamente en los próximos dos años. Es un alivio a cuentagotas, insuficiente para neutralizar el impacto que ha tenido la política arancelaria trumpista en una industria clave para la economía nacional.
Desde la escalerilla del avión presidencial, Trump se justificó: “Si no pueden conseguir piezas, no queremos penalizarlos”, dijo al iniciar un viaje a Michigan, bastión automotor y estratégico en su cálculo político. Allí pronunció un discurso por sus primeros 100 días en el cargo, marcados por una postura combativa en el comercio exterior que ahora comienza a retroceder.
Los analistas coinciden en que estas concesiones son un reconocimiento tácito del daño causado. A pesar del giro, los aranceles aún vigentes sumarán miles de dólares al precio final de los vehículos y amenazan la viabilidad financiera tanto de fabricantes como de sus cadenas de suministro.
Más que una corrección, el anuncio parece una admisión: la cruzada proteccionista del presidente Trump ha chocado contra la realidad económica estadounidense a la que cada día le pesan más los onerosos aranceles.
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