Brigadas y voluntarios han logrado contener el 90 % del incendio en la Sierra Negra de Puebla, pero el daño sobre especies endémicas y ecosistemas frágiles ya es alarmante.

San José Miahuatlán, Pue.- En el corazón de la Sierra Negra poblana, un incendio forestal iniciado el pasado sábado mantiene en alerta a las comunidades de San Gabriel Chilac y San José Miahuatlán. A pesar de los esfuerzos coordinados entre brigadas oficiales, ejidatarios y voluntarios, las llamas solo han sido sofocadas en un 90 %, mientras se acumulan pérdidas ecológicas de alto valor.

Más allá del número de hectáreas calcinadas —al menos 30 hasta este martes— lo que preocupa a ambientalistas es el impacto silencioso sobre la biodiversidad endémica de la región. Esta zona, ubicada en el corredor biológico de Puebla, es hábitat de especies únicas de flora y fauna que no existen en ninguna otra parte del mundo. Incendios como este comprometen no solo la estabilidad del ecosistema, sino también la vida de comunidades que dependen del equilibrio natural para subsistir.

Entre los combatientes del fuego se encuentran integrantes de Protección Civil estatal y municipal, el Ejército Mexicano, agrupaciones locales como Coyote y Jaguares, y habitantes de las propias comunidades. Su lucha no solo es contra el fuego, sino también contra la falta de recursos, las condiciones agrestes del terreno y un contexto climático que agrava los incendios forestales en toda la región.

Mientras los brigadistas trabajan en jornadas extenuantes, cientos de ciudadanos han respondido con solidaridad: víveres, herramientas y apoyo moral llegan desde los alrededores, en un esfuerzo colectivo por defender la tierra y lo que aún queda vivo sobre ella.

Sin embargo, voces locales apuntan a una necesidad urgente: una política forestal sostenible y preventiva, que incluya vigilancia comunitaria, educación ambiental y el fortalecimiento de capacidades locales. Cada incendio que se repite en estos ecosistemas frágiles no solo devasta el presente, sino que compromete el futuro ecológico de Puebla y del país.

Por ahora, el objetivo es apagar lo que aún arde. Pero cuando el humo se disipe, quedará la pregunta pendiente: ¿cuánto más puede resistir la biodiversidad poblana sin una protección real?