Un grupo de jóvenes físicos de la BUAP, guiados por el doctor Arturo Fernández Téllez, presentó en Creática un instrumento que convierte los rayos cósmicos en notas musicales, uniendo ciencia y arte en una experiencia sensorial única.
Puebla de Zaragoza, Pue.- En medio del entorno natural de la Universidad Madero, donde la cultura y la creatividad florecieron con fuerza durante Creática, un grupo de estudiantes de Física de la BUAP, liderados por el Dr. Arturo Fernández Téllez, ofreció una de las intervenciones más sorprendentes del evento. No se trataba de una obra, ni de un cortometraje, ni de un poema: se trataba de ciencia viva, tangible, convertida en arte a través de un dispositivo único al que llamaron el piano cósmico.
Este proyecto de divulgación científica consiste en un sistema compuesto por cinco módulos, cada uno funcionando como una tecla de un piano, que produce sonido no al tacto humano, sino por el impacto de rayos cósmicos —partículas de alta energía provenientes del Sol o del espacio profundo— que llegan hasta la atmósfera terrestre tras recorrer distancias astronómicas.
Al colisionar con las moléculas del aire, estas partículas generan una cascada de subproductos, como los muones, que alcanzan la superficie terrestre. Es aquí donde el piano entra en acción: cada vez que uno de estos muones atraviesa un módulo, se produce una chispa de luz recogida por fibras ópticas. Esa luz es transformada en electricidad por sensores especializados, y finalmente, en una nota musical. Una escala pentatónica, afinada para que cada combinación suene armónica sin importar el orden, da vida al lenguaje sonoro del universo.
“No se trata solo de una ocurrencia”, explicaron los estudiantes. “Esta tecnología es semejante a la que se emplea en ALICE, un experimento del Gran Colisionador de Hadrones en la frontera entre Suiza y Francia, donde se estudian iones que viajan al 99.9% de la velocidad de la luz.” Lo que parecía un juego sonoro era, en realidad, una representación accesible de los principios de la relatividad especial, la física de partículas y la astrofísica moderna.
La instalación, que brillaba con luces verdes y destellos aleatorios, atrajo a decenas de curiosos, muchos de los cuales terminaron fascinados no sólo por los sonidos, sino por el hecho de que eran producidos por el cosmos mismo, en tiempo real. La experiencia fue profundamente conmovedora: ver cómo jóvenes científicos lograban traducir fenómenos invisibles en arte audible fue, sin duda, uno de los momentos más simbólicos del evento.
En un país donde la ciencia y la cultura rara vez se encuentran en el mismo escenario, el piano cósmico demostró que la belleza también puede medirse en electrones, frecuencias y partículas subatómicas. Y que los científicos-artistas del futuro, no necesariamente llevan bata de laboratorio.
Evento patrocinado por RIMS (Relaciones Inteligentes y Media Social), ecosistema de comunicación y eventos que impulsa marcas a través de experiencias creativas y difusión multicanal. Más en RIMS.
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