Desde la Logia de las Bendiciones de la Basílica de San Pedro, el mundo fue testigo de un momento histórico: la primera aparición pública de Robert Francis Prevost, prefecto del Dicasterio para los Obispos, elegido por los cardenales como el 267.º Pontífice de la Iglesia universal.

Ciudad del Vaticano, 8 de mayo de 2025.- El nuevo Papa, que llevará el nombre de León XIV en memoria de León XIII —autor de la encíclica Rerum Novarum—, fue recibido por una plaza colmada de más de 100 mil personas que aclamaban con cánticos, pancartas, himnos, vítores y luces en alto: “¡Viva el Papa!”.

El humo blanco surgió a las 18:07, primero como un hilo fino y luego como una nube visible en el cielo claro de Roma. El júbilo fue inmediato. Minutos más tarde, a las 19:22, se abrieron las cortinas rojas del balcón central. La multitud vibró al escuchar la fórmula solemne en latín del cardenal protodiácono Dominique Mamberti: “Annuntio vobis gaudium magnum: Habemus Papam”.

León XIV apareció, precedido por la Cruz, con expresión de serena sorpresa y las vestiduras blancas del Pontífice. Su primera frase, con voz firme, rompió siglos de protocolo frío para tocar directamente los corazones:

“¡La paz esté con todos ustedes! Queridísimos hermanos y hermanas, este es el primer saludo de Cristo Resucitado, el Buen Pastor que dio la vida por el rebaño de Dios... ¡La paz esté con ustedes!”

Con ese saludo, inició una nueva era. Hijo de San Agustín, misionero de Chicago, estadounidense con raíces francesas, italianas e ibéricas, León XIV fue elegido por 133 cardenales de todo el mundo en un Cónclave ágil y fraterno. Su elección se anunció mientras las campanas de San Pedro repicaban con fuerza. Durante el ritual, expresó su consentimiento y eligió su nombre pontificio conforme al Ordo rituum conclavis. Luego se retiró brevemente a la Sala de las Lágrimas para orar en soledad, pidiendo a Dios la fuerza necesaria para guiar a la Iglesia.

En la plaza, los gritos se mezclaban con rezos. “¡León, León!” y un espontáneo Salve Regina surgieron entre banderas ondeantes y voces emocionadas. Era el día de la Virgen de Pompeya, a quien el nuevo Papa encomendó su ministerio, invitando a todos a rezar un Ave María conjunto. El mensaje fue claro: cercanía, espiritualidad y esperanza.

El nuevo Pontífice también dedicó un recuerdo emocionado a su predecesor:

“Gracias al Papa Francisco. Dios nos quiere bien, Dios los ama a todos, ¡y el mal no prevalecerá!”

Recordó aquella última Pascua de Jorge Mario Bergoglio, quien “bendecía Roma, daba su bendición al mundo”. León XIV pidió continuar con esa bendición, confiando en Dios como guía: “Sin miedo, unidos mano a mano con Dios y entre nosotros, sigamos adelante”.

Sus palabras marcaron una línea de continuidad con el pontificado anterior, a la vez que proyectaban una voluntad de renovación: “El mundo necesita su luz. La humanidad lo necesita a Él como puente... Ayúdennos a construir puentes, con el diálogo, con el encuentro”.

El acto culminó con la indulgencia plenaria otorgada a quienes participaron del primer saludo. Así comenzó el ministerio petrino de León XIV, bajo el cielo romano al atardecer, ante millones de fieles conectados desde todos los rincones del planeta.

“Comienza un camino, comienza una historia, comienza una nueva época.” Y con él, una esperanza renovada para la Iglesia y el mundo.