Puebla se ha convertido en un punto estratégico del crimen organizado en México. De acuerdo con el National Drug Threat Assessment 2025 de la DEA, el estado es actualmente dominado por el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), aunque mantiene presencia significativa el Cártel de Sinaloa (CDS). Esta convivencia tensa anticipa escenarios de confrontación, fragmentación y consolidación criminal en los próximos años.
El CJNG ha logrado consolidar su influencia en Puebla a través de una estrategia de control territorial en municipios rurales, franjas periurbanas y corredores industriales. Su estructura de franquicias criminales locales permite que grupos como “Comando Puebla” o células sin nombre definido operen extorsionando comerciantes, cobrando cuotas, asaltando a transportistas y administrando puntos de distribución de drogas sintéticas.
Los corredores Puebla–Tehuacán, Puebla–Orizaba y el eje hacia Acatlán de Osorio–Huajuapan se perfilan como rutas críticas para el tráfico de metanfetamina y fentanilo hacia el sur y sureste del país.
Aunque en desventaja táctica frente al CJNG, el Cártel de Sinaloa mantiene redes operativas en la capital poblana y municipios industriales como San Martín Texmelucan, Tehuacán y Atlixco. Su presencia se manifiesta más en esquemas de lavado de dinero a través de gasolineras, constructoras y bienes raíces, así como en relaciones discretas con bandas locales.
Si el CJNG se debilita por capturas o conflictos internos, el CDS podría rearticular influencia aprovechando su perfil logístico y menos beligerante.
El triángulo Puebla–Veracruz–Oaxaca
Las regiones limítrofes de Sierra Negra, el Valle de Tehuacán, Tepeaca y Ciudad Serdán están en la mira de ambos cárteles por su valor estratégico. Este triángulo concentra el tráfico de precursores químicos, combustible robado y estupefacientes. Se anticipa un incremento sostenido de la violencia y la militarización informal de grupos criminales en estas zonas.
La militarización sin justicia ha provocado la aparición de bandas escindidas, sin filiación clara, que operan con lógica de terror local. Estos “grupos Frankenstein” —violentos, autónomos y de lealtades flexibles— podrían proliferar en regiones donde la presencia del Estado ha menguado recientemente: Huejotzingo, Tecamachalco, Acajete, Amozoc.
El crimen organizado en Puebla no podría operar sin complicidad política e institucional. Las autoridades municipales, cuerpos policiales y estructuras políticas en zonas con alta presencia criminal presentan signos de cooptación. El control informal de alcaldías y el resultado del financiamiento electoral con dinero ilícito son variables críticas que alimentan la impunidad.
En varias regiones de la Sierra Norte y Nororiental, se observa ausencia de una estrategia estatal coordinada, y con señales de colapso institucional en algunos municipios. En la Sierra Norte, destacan actividades de trasiego de drogas, narcomenudeo y robo de combustible, con presencia de células armadas que operan impunemente en caminos rurales y zonas montañosas. En la Sierra Nororiental, municipios como Zacapoaxtla, Cuetzalan y Tlatlauquitepec reportan un crecimiento sostenido en las extorsiones y el narcomenudeo, afectando a pequeños comercios, transportistas y comunidades indígenas. La combinación de geografía accidentada, pobreza estructural y debilidad institucional convierte a ambas regiones en zonas de alto riesgo para la consolidación del crimen organizado.
La proyección criminal para Puebla entre 2025 y 2028 es clara:
- El CJNG se consolida como fuerza dominante en el territorio, replicando su modelo de control violento con operadores locales.
- El CDS permanece en el sector financiero y urbano, operando con discreción e influencia.
- La violencia se intensifica en los corredores Puebla–Veracruz–Oaxaca y en regiones del Triángulo Rojo del huachicol.
- La fragmentación local da lugar a grupos híbridos con estructuras criminales altamente volátiles.
El papel del gobierno estatal y federal será determinante. Sin una estrategia coordinada entre inteligencia financiera, investigación ministerial y acción policiaca con supervisión civil, el escenario más probable es de normalización del crimen organizado como forma de poder territorial.
Puebla ya no es solo paso ni plaza: es territorio de disputa, enclave logístico y laboratorio criminal del nuevo orden narco.
Fuentes consultadas: Este análisis se basa en el 2025 National Drug Threat Assessment publicado por la Drug Enforcement Administration (DEA) de Estados Unidos, el cual identifica a Puebla como zona de influencia compartida entre el Cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG) y el Cártel de Sinaloa (CDS). También se consideraron mapas de dominio criminal incluidos en dicho informe (DEA-DCT-DIR-007-25, mayo de 2025), así como información contextual sobre rutas de tráfico, violencia territorial y estrategias de expansión criminal de los principales TCOs en México. El escenario prospectivo incorpora además análisis y datos proporcionados por Región Global, la plataforma de inteligencia económica Mexconomy.com, y la agencia de información y análisis InfoStockMx, que han documentado con detalle fenómenos regionales como el trasiego en la Sierra Norte, el auge del narcomenudeo y las redes de lavado de dinero. La elaboración del mapa criminal incluye criterios de análisis estructural, datos públicos sobre violencia en el estado y dinámicas recientes de fragmentación criminal observadas en otras entidades federativas colindantes.
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