Los Ángeles amaneció este miércoles con las calles vacías tras una semana de protestas y el toque de queda impuesto por la alcaldesa Karen Bass. Pero la calma aparente apenas oculta la creciente tensión que se extiende por todo el país. Ciudadanos se preparan para manifestarse contra las redadas migratorias y la política de Donald Trump.

L.A.- El detonante de la crisis fueron las redadas federales de inmigración que comenzaron el viernes pasado en el distrito de la confección de Los Ángeles, desatando una ola de arrestos y enfrentamientos. Según las autoridades, más de 330 personas han sido detenidas en Los Ángeles, más de 240 en San Francisco y al menos una docena en Austin, Texas. Aunque la mayoría de las protestas se han limitado a pequeñas áreas urbanas, su impacto político y social ya trasciende fronteras.

El presidente Trump ordenó el despliegue de casi 5,000 efectivos de la Guardia Nacional y 700 marines en Los Ángeles para reforzar la seguridad, un uso inusitado de tropas en servicio activo en territorio nacional. Según un portavoz del Comando Norte del ejército estadounidense, las tropas se encargarán de proteger la propiedad y al personal federal, incluidos los agentes de inmigración. La medida ha sido duramente criticada por el gobernador de California, Gavin Newsom, quien calificó el despliegue como una “flagrante abuso de poder” y advirtió sobre un “momento peligroso para la democracia estadounidense”.

California puede ser la primera, pero claramente no será la última”, declaró Newsom en un discurso televisado a nivel nacional. “Otros estados son los siguientes. La democracia es la siguiente”. Sus palabras resonaron especialmente en un país polarizado, donde las protestas en Chicago, Nueva York, Atlanta y otras ciudades han ido creciendo en intensidad. En Chicago, manifestantes arrojaron botellas de agua a la policía y destrozaron vehículos; en Atlanta, las fuerzas del orden utilizaron gases lacrimógenos y fuerza física para desalojar a los manifestantes de una autopista.

Las protestas de este miércoles se extenderán a ciudades como Las Vegas, Nueva York, Minneapolis, San Antonio y Seattle. Algunas organizaciones ven las manifestaciones locales como un preámbulo de las protestas nacionales previstas para el sábado, que coincidirán con un inusual desfile militar en Washington D.C. por el 250 aniversario del Ejército.

El propio Trump advirtió el martes que cualquier manifestante que se congregara durante el desfile “será recibido con una fuerza muy grande”. Posteriormente, un funcionario del Pentágono confirmó que se están discutiendo posibles despliegues de tropas en ciudades más allá de Los Ángeles.

En Texas, el gobernador Greg Abbott anunció que enviará tropas de la Guardia Nacional a diversas ciudades del estado, convirtiéndose en el primer gobernador en actuar de ese modo desde que estallaron las protestas.

La tensión no es nueva en Los Ángeles. Desde el viernes, la ciudad ha visto cómo grupos diversos —activistas veteranos de los derechos de los inmigrantes, sindicalistas, estudiantes y familias— tomaban las calles. Para algunos, las redadas evocan viejos temores. Lillian Washington, de 29 años, participó en un mitin para exigir la liberación de David Huerta, líder sindical arrestado el viernes. Victor M. Gordo, alcalde de Pasadena, recordó los temores de su infancia tras un operativo similar contra su familia inmigrante.

En las primeras horas del miércoles, el toque de queda en el centro de Los Ángeles fue levantado a las 6 a.m. El perímetro de aproximadamente una milla cuadrada, epicentro de las protestas, se encontraba desierto salvo por algunos agentes y automovilistas. Según la alcaldesa Bass, al menos 23 negocios habían sido saqueados el martes y el graffiti había causado “daños significativos” en la propiedad privada.

Mientras tanto, un juez federal en California ha programado una audiencia para el jueves para revisar la legalidad de la presencia militar en las calles y, en particular, si las tropas deben limitarse a proteger edificios federales.

En este momento, el pulso de las calles se mezcla con las decisiones de los tribunales y las disputas entre gobiernos estatales y federales. La historia, al parecer, apenas comienza a escribirse. Como advirtió el gobernador Newsom: “California puede ser el primero. Pero la democracia es la siguiente”.