
¿Dónde está el modelo?
☕ El gobierno de Puebla impulsa una marca de café soluble con cooperativas y dinero público, pero sin explicar cómo funcionará el modelo de negocio. Capital, propiedad, mercado y utilidad: todo está en el aire. ¿Proyecto productivo o propaganda? 📉
Con un llamado “atento y generoso”, el gobernador Alejandro Armenta solicitó a Walmart México —y a otras cadenas comerciales— que vendan productos de la marca estatal “Puebla Cinco de Mayo”, en particular un café soluble liofilizado elaborado por 23 cooperativas que involucran a más de 2 mil cafeticultores. El problema no está en el café, ni en la intención de agregar valor. Está en lo que no se dice: ¿dónde está el modelo de negocio?
Para cualquier proyecto productivo que utilice recursos públicos, la pregunta de fondo es siempre la misma: ¿cómo se va a sostener? Palabras como “imaginen el potencial” y otras tantas más, dejan muchas preguntas en el aire. En el caso del café “5 de Mayo”, los elementos fundamentales de cualquier modelo empresarial o cooperativo sólido —capital social, reglas de propiedad, política de precios, definición de mercado, expectativas de utilidad, mecanismos de distribución— permanecen completamente ausentes del discurso oficial.
Se habla de una marca, de un producto y de capacidad para producir un millón de frascos. Pero no se conoce cuál es la figura jurídica que lo sustenta: ¿una cooperativa de segundo piso?, ¿una sociedad estatal?, ¿una maquila privada con fachada social? Por más explicaciones difusas e improvisadas que habla el secretario de Economía, Víctor Gabriel Chedraui, tampoco está claro quién controla la marca, ni quién decidirá sobre precios, utilidades, reinversión o comercialización. En otras palabras: hay café, pero no hay modelo.
El tipo de producto elegido también plantea dudas. El café liofilizado —es decir, soluble por congelación— es costoso de producir, requiere equipos especializados y compite en un mercado dominado por grandes firmas transnacionales como Nestlé. No es un nicho fácil para cooperativas recién organizadas, sin experiencia industrial ni músculo logístico. ¿Qué garantiza que habrá continuidad en la calidad, abasto, distribución y posicionamiento del producto? Nada, por ahora.
El hecho de que el gobernador haya pedido públicamente a Walmart y otras cadenas que adopten el producto como parte de su oferta comercial refuerza una duda: ¿el mercado no está construido? Es decir, no hay evidencia de contratos, análisis de demanda ni rutas de distribución estables. Si esperan que el mercado se genere por voluntad política o compromiso social, eso no va a ocurrir.
La secretaria de Desarrollo Rural, Ana Laura Altamirano, ha acompañado el proyecto con datos sobre la participación de productores y la capacidad proyectada de producción. Sin embargo, tampoco ha explicado cómo se manejarán las relaciones contractuales entre los cafeticultores, la marca estatal y los canales de distribución. Mucho menos se ha hablado de rendición de cuentas sobre el uso del dinero público involucrado.
Todo esto ocurre en un contexto donde el propio sector primario de Puebla atraviesa una crisis silenciosa: según el INEGI, la actividad agropecuaria estatal se desplomó -3.2% en el primer trimestre de 2025. Es decir, el campo no sólo no crece, sino que retrocede. Ante ese panorama, lanzar una marca sin estrategia, sin mercado asegurado y sin reglas claras es más un acto de voluntarismo político que de planeación económica.
Por otro lado, si la marca “5 de Mayo” será un sello estatal para diferentes productos agroindustriales, ¿quién validará que esos productos cumplan estándares? ¿Habrá trazabilidad? ¿Un comité de calidad? ¿Auditoría externa? Ninguna de esas preguntas ha sido respondida por las declaraciones oficiales. Sin esos elementos, la marca corre el riesgo de diluirse en el terreno de lo simbólico sin lograr impacto económico real.
El proyecto ha sido presentado como parte de una visión de “bioética social” y “justicia comunitaria”. Pero si el modelo económico no está claramente definido, ni es transparente ni replicable, entonces estamos ante una forma de intervencionismo estatal con más sentido político que económico. Se reparten tractores, se lanzan marcas y se organizan productores, pero sin construir autonomía económica ni garantizar sostenibilidad.
El café “5 de Mayo” sintetiza una pregunta crucial para el agro poblano: ¿Dónde está el modelo? No aparece. Y sin modelo, lo que queda es un envase sin contenido: una marca nacida del gobierno, sin garantías de sobrevivir en el mundo real.
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