En cinco años, Puebla ha vivido dos recesiones bajo gobiernos de la 4T. De ser una de las diez economías más relevantes del país, hoy cae al sitio 26 de 32. Ni la pandemia ni Trump: lo que ha colapsado a Puebla es la conducción local.
Mexconomy / Región Global — El deterioro económico de Puebla no es un accidente. Tampoco una mera consecuencia del contexto global. Es el resultado de decisiones erradas, improvisación política y abandono institucional. La entidad, que durante dos décadas figuró entre los diez motores económicos del país, ha sido relegada en 2025 al lugar 26 de 32, según los últimos datos del INEGI. Un descenso brutal, que refleja mucho más que cifras: refleja el fracaso del modelo económico de la autodenominada Cuarta Transformación en el ámbito local.
Dos gobiernos de la 4T, dos recesiones. La primera ocurrió en 2020, bajo el mandato del finado Miguel Barbosa Huerta, cuando la pandemia y su manejo errático detuvieron en seco la economía estatal. La segunda recesión se ha consolidado en el primer semestre de 2025, con Alejandro Armenta como gobernador y sin pandemia ni catástrofe internacional como justificación. Esta vez, la recesión es producto del estancamiento estructural, la pérdida de competitividad y la desindustrialización silenciosa.
Esto es Puebla hoy: de potencia industrial a economía rezagada. Durante años, la entidad sostuvo su crecimiento sobre dos pilares: la manufactura automotriz y la agroindustria. Hoy, ambos sectores están en crisis. La industria cayó -4.1% en el primer trimestre de 2025, muy por debajo del promedio nacional. El sector agropecuario, que aportaba dinamismo en los primeros meses del año, registró una contracción del -3.2%. La terciarización forzada y precaria de la economía ha sustituido empleo productivo por servicios de bajo valor agregado.
El resultado: Puebla es hoy una economía sin impulso, sin vocación definida, sin estrategia de recuperación. Mientras entidades como Nuevo León, Querétaro o Jalisco apuestan por innovación, cadenas de valor e infraestructura tecnológica, el gobierno poblano presume espectáculos, ferias y planes vagos de transformación digital sin anclaje productivo real.
Es el colapso medido en el ranking nacional. En la primera década del siglo XXI, Puebla figuraba entre las diez principales economías estatales por su aportación al PIB nacional. Era un referente industrial y agroexportador. A partir de 2018, el deterioro se aceleró. Tras la pandemia, Puebla no logró recuperar su posición. Y ahora, con Armenta en el poder, la caída se ha profundizado. Hoy ocupa el lugar 26 en desempeño económico, solo por encima de entidades con menor estructura productiva.
Este desplome no es sólo simbólico: implica menos inversión pública y privada, menos empleos de calidad, menor recaudación real y pérdida de influencia en decisiones federales. Puebla ha dejado de ser relevante en la conversación económica nacional. Ha pasado de ser parte del núcleo productivo a habitar la periferia del crecimiento.
En respuesta, se observa un gobierno que no entiende la gravedad. Frente a este retroceso, el gobierno de Alejandro Armenta parece más interesado en construir narrativas triunfalistas que en revertir la tendencia. No hay una estrategia industrial clara, ni política de innovación, ni diagnóstico serio sobre el deterioro estructural. La Secretaría de Economía opera con ligereza y desconexión, como lo evidenció su titular al minimizar públicamente la recesión (sin hablar de esta).
Lo que Puebla necesita es una reconstrucción profunda de su modelo económico. Pero lo que tiene es una Secretaría de Economía que celebra estancamientos, confunde estabilidad con progreso y reduce la política económica a declaraciones sin sustento.
El dato es brutal: de estar entre los diez motores económicos del país, Puebla ha caído al sitio 26. No es el efecto Trump, ni el Covid, ni la globalización. Es la Cuarta Transformación en su versión más local y más devastadora.
Fuente: ITAEE estatal, INEGI 2025; Mexconomy, comparativo histórico con aportaciones al PIB estatal.
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