Contra los rumores y el paso del tiempo, el Estadio Zaragoza no será demolido: vivirá una segunda vida como campus de la Universidad del Deporte, con aulas, gimnasio y nuevas canchas. No desaparece el viejo templo del deporte en Puebla, se transforma.
Puebla de Zaragoza, Pue. — El rumor era demoledor, casi literal. Que el Estadio Zaragoza, testigo de epopeyas beisboleras y conciertos míticos, sería reducido a escombros para dar paso a un proyecto universitario. Pero no. La noticia se confirmó desde la propia Universidad del Deporte: no habrá demolición, sino una remodelación profunda. El estadio se mantendrá en pie, adaptado a nuevos tiempos, convertido en aula y pista, pero con las bases firmes de su historia.
Serán 40 aulas, un gimnasio moderno y canchas deportivas las que se instalarán dentro del inmueble, que ahora acogerá a estudiantes de seis licenciaturas relacionadas con el deporte. Un nuevo uso, sí, pero no una pérdida. La estructura que albergó gritos de gol y jonrones memorables será ahora espacio de formación, sin dejar de ser símbolo de pasión deportiva.
El Zaragoza no es un estadio cualquiera. Fue el hogar de los Pericos de Puebla en la Liga Mexicana de Beisbol entre 1960 y 1974, nido de historias gloriosas como aquella temporada de 1963 en la que Ronnie Camacho rompió la marca de 39 cuadrangulares, superando al cubano Aldo Salvent. Era un diamante donde los bates no sólo sonaban: rugían.
Más atrás en el tiempo, en el invierno de 1950, Puebla vio coronarse ahí mismo a sus Pericos en la Liga Invernal Veracruzana, y de nuevo en el verano del 63, en la LMB. Triunfos que no se cuentan: se sienten todavía en las gradas, entre el polvo rojo de lo eterno.
Pero el Zaragoza no fue sólo pelota. El rectángulo verde también vibró con el futbol. La Franja del Puebla y Lobos BUAP pisaron su cancha en distintas etapas, haciendo del estadio un cruce de pasiones y generaciones. Cada gol, cada silbatazo, fue parte de una sinfonía deportiva que tejió memoria colectiva.
Y si el deporte le dio gloria, la música le dio eternidad. El 17 de octubre de 1981, el estadio fue sacudido por una energía distinta: Queen, con Freddie Mercury al frente, ofreció un concierto que quedó para siempre en el alma poblana. Fue más que un espectáculo: fue historia en decibeles.
Hoy, ese mismo estadio no muere, se transforma. Del rugido de la afición al murmullo del aprendizaje. Del diamante al aula. Porque hay recintos que no desaparecen, sólo se reinventan.
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