Asuntos de Estado
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¿La segunda llamada para
Samuel García Pala?

El paro carretero que paralizó Puebla no sólo evidenció la descomposición institucional en materia de seguridad y movilidad, sino que dejó expuesta la inoperancia de la Secretaría de Gobernación estatal, desplazada en la operación política por el coordinador de gabinete. Con apenas siete meses en el cargo, Alejandro Armenta enfrenta una disyuntiva: preservar la lealtad o recuperar la gobernabilidad.

La mañana del 28 de julio, el estado de Puebla quedó cercado. Transportistas indignados por el asesinato de un operador ocurrido apenas dos días antes, bloquearon al menos quince puntos estratégicos del territorio. Autopistas, entradas municipales, corredores industriales: todo se detuvo por horas. El paro fue simultáneo, prolongado y extendido a nivel estatal. La respuesta del gobierno, en cambio, llegó fragmentada, desfasada y encabezada por el coordinador de gabinete, José Luis García Parra.

¿Dónde estaba entonces el secretario de Gobernación, Samuel García Pala? Esa pregunta ya no flota sólo en los pasillos burocráticos: se impone como dato del momento político que vive el gobierno de Alejandro Armenta. La Secretaría de Gobernación, encargada por mandato de anticipar, contener y procesar conflictos de gobernabilidad, volvió a llegar tarde y mal. Pero esta vez el escenario no fue menor: fue territorialmente amplio, políticamente delicado y mediáticamente inocultable.

El paro transportista no surgió de la noche a la mañana. Es el desenlace de una secuencia larga de omisiones en materia de seguridad carretera, vigilancia institucional y gestión de demandas gremiales. Desde 2023, los transportistas han alzado la voz contra asaltos, asesinatos, extorsiones y el acoso de policías municipales. Era previsible. Y, sin embargo, la Secretaría de Gobernación no previó nada.

García Pala fue nombrado al inicio del sexenio como parte de los equilibrios internos del nuevo régimen. No por capacidad de gobierno probada, sino por trayectoria en la sombra al lado del hoy gobernador. Fue un nombramiento de lealtad, no de anticipación estratégica. Pero en política la lealtad mal situada degenera en costo. Y si la función principal de una secretaría encargada de la gobernabilidad es no dejar que los conflictos escalen, entonces el bloqueo carretero es una señal de alerta encendida.

Más aún: en lugar de que Gobernación encabezara la atención al conflicto, fue el coordinador de gabinete quien asumió la interlocución con AMOTAC y dio el mensaje público. García Parra anunció las mesas, condujo la línea narrativa y desplazó operativamente a quien debía liderar el proceso. Ese relevo silencioso no es menor. Es una intervención directa desde el corazón del equipo de Armenta, y una segunda llamada a una gestión política rebasada por la derecha.

No es la primera vez que ocurre, pero sí la primera en un escenario tan amplio, tan visible y con tanto desgaste potencial. Con siete meses y días en el cargo, Armenta ha reiterado que hará ajustes antes de su primer año. La frase ya no suena a protocolo: es una advertencia pública. El gabinete se está probando frente al desafío de un nuevo régimen, y el margen de error es corto.

En política no basta con ocupar un cargo, hay que ejercerlo. Gobernación es radar y escudo. Si no detecta a tiempo ni protege eficazmente, pierde su razón de ser. La protesta transportista, con todo su caos, plantó al gobernador un espejo: los conflictos no sólo escalan por razones externas, sino por fallas internas. Y cuando hay vacío político, el costo lo asume quien gobierna.

García Pala llegó por lealtad; lo que está en juego ahora es su eficacia. Si el secretario sigue sin anticiparse, sin operar, sin intervenir con capacidad de contención real, el dilema para Armenta estará resuelto y se convertirá en una decisión inevitable. Los tiempos del poder no esperan. Y como en las rutas bloqueadas, en política también hay momentos donde ya no hay retorno. Entonces, alea jacta est.