Mientras el gobierno proclama el "bienestar" como eje de su proyecto político, la realidad del mercado laboral mexicano demuestra lo contrario: empleos sin derechos, sin seguridad, sin futuro. En 2025, el Estado no solo ha normalizado la informalidad y la precariedad: las ha institucionalizado bajo la bandera del "bienestar".

Mexconomy — En cada discurso, decreto o programa social, el Estado mexicano repite la palabra bienestar como un mantra. Es la promesa fundacional del régimen y la justificación de sus acciones. Sin embargo, esa misma noción es desmentida todos los días por los 33 millones de personas que trabajan fuera de la formalidad, sin seguridad social, sin acceso a crédito, sin posibilidad de construir un patrimonio. El modelo laboral actual no genera bienestar: lo niega sistemáticamente.

La cifra más alarmante es el crecimiento de la informalidad laboral al 54.8%, un punto más que en 2024. Esto significa que más de la mitad de los trabajadores mexicanos no cuentan con acceso a pensión, salud o protección ante despidos. Es un sistema que castiga la productividad y premia la evasión, pero sobre todo que perpetúa la vulnerabilidad. Aquí no hay movilidad social posible.

La precarización avanza de forma paralela. 23 millones de personas ganan apenas un salario mínimo17.9 millones sobreviven con uno o dos. Aunque se ha reducido levemente la tasa de ocupación en condiciones críticas, estas aún afectan a un tercio de la población ocupada. En otras palabras: se trabaja más, pero se vive igual o peor. El empleo ya no garantiza ingreso suficiente ni estabilidad vital.

El espejismo del “bienestar” también se rompe al mirar las brechas de género. Las mujeres representan apenas el 46.5% de la población económicamente activa, frente al 75.1% de los hombres. Esta diferencia de casi 29 puntos no se debe a elección libre, sino a estructuras que concentran a las mujeres en servicios mal pagados, trabajos no remunerados y empleos más expuestos a crisis. El bienestar no es una consigna cuando millones siguen fuera del sistema productivo.

A esta inequidad se suma una estructura económica distorsionada. El 64.8% de los ocupados trabaja en el sector terciario —comercio y servicios—, que se caracteriza por su baja productividad y su alta vulnerabilidad a choques externos. La industria manufacturera, en cambio, se ha reducido al 15.5% del empleo total, con una pérdida reciente de más de 600 mil plazas. El país pierde músculo productivo y se refugia en ocupaciones frágiles.

La juventud, que debería ser motor de transformación, es una de las más castigadas: el 31.5% de los desempleados tiene entre 15 y 24 años. La rotación laboral es altísima: casi la mitad de los desempleados lo están por menos de un mes. Estas cifras reflejan una economía que no solo excluye, sino que genera trayectorias laborales erráticas y sin horizonte. Lo que se promete como bienestar, se traduce en frustración.

La desigualdad también se expresa territorialmente. En las regiones rurales, la informalidad laboral asciende a 69.2%, y el trabajo asalariado cae por debajo del 60%. La idea de una nación con un solo proyecto de desarrollo es, simplemente, una ficción. El bienestar no se reparte: se administra en dosis mínimas, con sesgo urbano y sin política de integración territorial.

El panorama se agrava con las señales recientes de deterioro. La ocupación informal aumentó a 28.8%, lo que implica que 17.4 millones de personas trabajan sin vínculo legal con ninguna empresa. El trabajo por cuenta propia crece, pero lo hace en forma de microempresas de subsistencia. El asalariado formal, que debería ser la norma en una economía moderna, se reduce al 66% de los ocupados. El resto sobrevive fuera del radar fiscal y laboral.

Hoy, el modelo laboral mexicano sostiene su crecimiento sobre la precariedad, la informalidad y la exclusión. La economía se mueve, pero no transforma vidas. El discurso del bienestar, lejos de reflejar la realidad, funciona como velo retórico que oculta las grietas de fondo. La palabra ha sido vaciada de contenido, usada para legitimar un sistema que genera ocupación sin estabilidad y empleo sin derechos.